XXIX: Eres a quien más amo

267 37 31
                                    


Haruka.

Tres años después.

—Vamos a secar ese cabello —ordené, sentado en el tapete del baño.

Sakura corrió de inmediato a mí con un tiburón de peluche en manos, agitando la capucha con orejas de su pijama de conejo; regalo de Makoto y Sousuke. Me sonrió mostrando su juguete favorito y esa hermosa sonrisa con sus pequeños dientes blancos. Él se acomodó en el centro que hacían mis piernas y jaló una toalla para entregármela.

—¿Cuándo viene papi? —preguntó con una tierna voz, tan melodiosa y muy parecida a la de Rin.

—Tal vez mañana o el fin de semana —respondí mientras agitaba su melena para secarla—. ¿Lo extrañas? ¿Quieres que le hablemos antes de dormir?

—¡Quiero! —exclamó, y se abalanzó encima de mí, rodeando mi cintura con sus delicadas manos—. Quiero hablar con papi.

—Entonces ve por tus pantuflas, travieso —murmullé, depositando un beso en su frente—. No te tardes.

Él salió brincando lleno de emoción hacia su recámara sin soltar a Rin-Rin, el nombre de su peluche. Me levanté del suelo y caminé rumbo a la sala, en donde me desplomé en el sofá grande y tomé el teléfono de la mesita contigua. Marqué un par de números, esperando a que atendiera mi llamada, pero no lo hizo.

Rin viajó hace cinco días para una sesión fotográfica. Se supone que no iría porque no puede, pero Deborah lo convenció. Como su esposo y padre de nuestro hijo, no tuve más remedio que apoyarlo, así que no programé entrevistas ni trabajos en la agencia para cuidar a Sakura.

Nuestro lindo niño no es el único que lo extraña. La casa es enorme y Sakura ríe más cuando estamos los tres juntos. Mi cama exige a gritos que esté ahí para que yo duerma bien. Necesito sostenerlo en mis brazos y decirle al oído que lo amo, pero tampoco puedo prohibirle que trabaje en lo que le gusta sólo porque quiero monopolizar su atención.

Si hay algo que aprendí, fue precisamente que Rin es un chico decidido. Yo no me imagino una vida sin ellos, pero Rin es una persona capaz de hacerlo todo sin mi ayuda. Creo que me convertiría en un idiota si no lo tengo conmigo, contrario a él que consigue con esfuerzo lo que se propone.

A veces me encuentro temeroso de la soledad. Antes no me interesaba quedarme a oscuras en un lugar porque era normal, pero ahora siento un terrible vacío. Me volvería loco y no sabría cómo continuar viviendo si no estuvieran aquí.

—Haru, ¿qué tanto piensas? —cuestionó el hombre que me había cambiado. Ése a quien yo amaba más que a nada y a nadie en el mundo.

—¿Rin? ¿Qué...?

—Ah, adelanté mi vuelo —dijo, interrumpiendo mis decenas de preguntas que caían como bomba—. ¿Dónde está Sakura? Quiero verlo.

Él estaba ahí, parado delante de mí. Siempre era perfecto, pero hoy mis ojos reflejaban mis ansías de tenerlo. Mi corazón palpitaba rápido, haciéndome recordar nuestro primer encuentro.

—Te amo —susurré, inconsciente de mis palabras—. Te amo, Rin —reafirmé.

—¿Haru? Ya sé que me amas, yo también te amo, tonto —canturreó, esbozando la sonrisa que anhelaba ver, y acomodó unos mechones de cabello detrás de su oreja—. ¿Qué te sucede? Estás actuando raro.

—Sólo intento ser romántico —refunfuñé de manera divertida—. Bienvenido a casa, Rin —anuncié, atrayéndolo hacia mí de la cadera—. Bienvenido a casa, Niji —murmuré, besando su vientre abultado.

Tú eres mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora