XXVIII: Me encanta si es con ellos

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Haruka.

Es diciembre, el segundo mes favorito de Rin por las luces que adornan las avenidas principales de la ciudad. Dice que es una escena digna de admirar con tu pareja; una escena romántica para un chico romántico. A mí no me gusta porque hace frío, pero él terminó convenciéndome esta noche de ir a ver la inauguración del enorme pino de Navidad.

El clima parece favorecernos este día, a pesar de que hubiera preferido que nevara como ayer. Bueno, supongo que Rin despertó con suerte. Sakura también estaba animado porque vio por primera vez la nieve. La alegría que mostraban sus hermosos ojos azules era indescriptible.

Oh, pero debo concluir la entrevista en la que estoy para ir por mi familia.

—¿Es cierto que se casará con el modelo Rin Matsuoka? —preguntó la rubia con una grabadora en mano.

—Sí, espero que la boda se realice en un año.

—¿Un año? ¿Por qué esperar tanto tiempo?

—Mi hijo necesita muchas atenciones y Rin está ocupado en casa con él. Además, tengo dos proyectos a futuro, no creo que una boda sea un tema rápido de organizar —contesté sentado en un pequeño banco dentro de mi camerino—. Mi familia es mi prioridad.

—Cuéntenos de su hijo, ¿cuántos meses tiene? ¿Cuál es su nombre? Sabemos que lo han mantenido oculto por los ataques que sufrieron, ¿es eso verdad?

—Se llama Sakura y nació el once de junio —murmuré, dudando de mis respuestas. Rin me pidió que no hablara de más, pero no sé cuánta información decir a los medios—. No lo ocultamos. Sakura es un niño muy encantador, pero su bienestar es mi prioridad. Yo soy un modelo y mi prometido es un modelo, no es justo que expongamos a nuestro hijo en este mundo que no conoce.

—Los fans quieren que nos diga algo, Nanase: ¿se comprometió porque ama a Matsuoka o se comprometió por obligación?

—¿Obligación? —repetí carcajeando y la miré fijamente—. ¿Lo dices en serio? Es estúpido que a estas alturas me hagan esas preguntas. Claro que amo a Rin y le pedí matrimonio porque quiero pasar el resto de mi vida con él.

—Es todo por hoy —bufó Makoto, quien estaba furioso con la chica—. Acordamos que sería una entrevista de trabajo, no un interrogatorio amoroso ni familiar.

—Sí, perdón —aceptó con una disculpa—. Mi curiosidad sobrepasó los límites.

—Haru, puedes irte, yo me quedaré para arreglar detalles —anunció, entregándome mi maleta y celular.

Salí del camerino y bajé por el ascensor hasta el piso uno mientras jugueteaba con las llaves del carro. Para mi sorpresa, unos reporteros aguardaban en las puertas por una exclusiva de mí. Me maldije en ese momento por haber estacionado el coche afuera.

—¡Nanase! —exclamaron en unísono—. ¿Nos concede unos segundos?

—Lo siento, estoy ocupado —refunfuñé enarcando una ceja.

—¿Cuándo será la boda? ¿Tiene fecha programada? ¿En dónde?

Me abrí paso entre la multitud de acosadores con cámaras y flashes que me mareaban, escabulléndome a prisa hacia el otro costado de la banqueta. Sin embargo, ellos no se cansaban ni se rendían. Y para mi desgracia, mi madre cruzó la carretera antes que yo.

—Haruka —llamó, jalándome del brazo derecho—, ¿por qué no me has marcado al celular o al teléfono de la casa?

Los camarógrafos y periodistas se amontonaron detrás de mí sin importarles que fuera una conversación privada. Mi madre me fulminó con la vista, impaciente por una contestación que satisficiera su larga espera.

Tú eres mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora