Extra

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Rin.

Mañana es quince de diciembre, nuestro sexto aniversario de bodas. Haru está grabando un drama y yo acabo de terminar una sesión fotográfica. Supongo que no habrá una celebración, la última vez él cocinó y viajamos con los niños, pero Haru tendrá un día agitado.

[...]

—No puedo, quiero desmayarme —avisé, apoyándome de uno de los pilares que adornaban el arco de la entrada—. Quiero vomitar también.

—Tuviste a un bebé, te enfrentaste a un embarazo y al rechazo de Nanase, pero no puedes ir hacia el altar —recriminó con algo de sarcasmo, hiriendo mi ego—. Rin, la música está sonando.

—¿Quién dijo que la música de las bodas era bonita? ¡Es horrible! —vociferé, tragando saliva—. Por favor, déjame un minuto.

—Hermano —llamó Gou, ingresando a la pequeña sala que me separaba de los invitados y de mi prometido—. Haruka está preocupado.

—Ya, está bien —gruñí, callándolos porque me fastidiaban más que ayudarme—. ¿Luzco guapo?

—El traje te sienta de maravilla —asintió Gou y Sou al unísono—. ¡Ve!

Inhalé una bocanada de aire y salí. Los invitados se levantaron de inmediato al verme aparecer por el pasillo y, entonces, comprendí que no debía temer. Él me esperaba al final con una hermosa sonrisa en su rostro.

Nuestros conjuntos combinaban; blanco y blanco, rojo y azul mezclándose en una explosión de emociones. Haru parecía un dios con ese peinado y el fleco que caía a los costados de su frente. No sé quiénes habían hecho ese milagro, pero era perfecto.

La iglesia estaba adornada con decenas de floreros altos de vidrio transparente y rosas rojas que se encontraban en fila por el corredor. Simple y elegante como nosotros, nada desentonaba. Mi hermana había trabajado mucho y recuerdo que no se decidía por el color beige o rojo. Ella decía que la boda sería inolvidable.

—Rin —susurró, extendiendo su mano hacia mí—, hoy estás más radiante.

—Lo estamos —corregí, entrelazando mis dedos con los suyos.

Temblaba y sudaba como nunca. Ni siquiera lo vi angustiado cuando Sakura nació, pero ahora está así. Juro que va a desvanecerse en mis brazos y el público gritará, llegarán las ambulancias y adiós ceremonia. Peor aún si alguien llega a interrumpir la boda.

—Comencemos —anunció el Padre y nosotros nos acomodamos, viendo adelante como si no quisiéramos sólo admirarnos.

Perdí la noción del tiempo y lo observé de reojo. Haru apretó el agarre que ejercían nuestras manos y correspondió mi mirada. Sus ojos azules reflejaban mi figura y no podía dejar de contemplarlos, me incitaban con ese resplandor que emanaban. Siempre, siempre me gustaron porque es un azul magnético que me atrae y es cálido.

Tú eres mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora