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Capítulo 39
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Luz y oscuridad.

Tarde en acostumbrarme a las luces de la habitación del hospital, mi cuerpo no quería ceder ante mis órdenes, por más que me obligara, no podía.

Mi mente seguía procesando toda esa especie de sueño, donde Hazel y Danessa eran hermanas.

Mi padre o lo que sea que es, un perro gigante.

Entonces, ¿cuál es la verdad?, quería tener respuestas a todo ese mar de preguntas que tenía en mi cabeza, incluyendo mi supuesto origen.

Al fin logré que mi cuerpo respondiera pero me sentía demasiado débil, mi madre, corrección, tía, ahora sostenía una especie de amuleto frente a mí, lo quito al verme abrir los ojos y sonrió, me pareció ver una estrella de seis puntas.

—¿Qué recuerdas, Barbara?

—Tú, ustedes, eso, ¡¿qué fue eso?!

El hombre rubio, se acercó a mi lado al igual que la mujer rubia, ahora entendía tantas cosas, Danessa realmente era mi madre, no Hazel, el parecido no mentía.

Todos sus rasgos, eran similares a los míos, incluso aquel lunar que tenía en su cuello.

—No podemos hablar aquí, hija. —sentenció Drew, volví a cerrar mis ojos quejándome en voz baja, tanto tiempo viviendo entre mentiras volviendo a caer de nuevo en lo mismo.

Estaba harta.

—No, pequeña. —la melodiosa voz de la rubia me hizo mirarla. —sé que quieres reprochar pero no aquí, cuando te den de alta y estemos en casa te lo explicaremos todo.

—Ahora, descansa, necesitas tomar reposo de ese pequeño viaje. —añadió Hazel, sonrió dulcemente y algo no me gustó en esa sonrisa, me acomode mejor en la camilla con cuidado asintiendo, necesitaba recuperar la calma.

Sus voces volvieron a ser lejanas de nuevo, me estaba quedando dormida.

—Eh, te estoy hablando, niña. —me vi de pequeña subiendo a un árbol con una rapidez que me dejó anonada.

¿Cómo?

El niño que me perseguía se quejó y se devolvió de donde vino añadiendo de que pagaría su muffin cuando me encontrara.

Era impresionante verme de pequeña, pensaba no tener esos recuerdos de mi infancia.

Pero no, ahí estaban, quise acercarme pero era claro que sólo sería una espectadora.

Unas pisadas grandes me hicieron alertar, algo no estaba bien, lo sentía en mi pecho, cuando reconocí el lugar me di cuenta que era el bosque al cual Clary yo habíamos ido en casa de Hazel.

El bosque prohibido.

Volviendo a lo que veía, el lobo olfateó el aire y se relamió los bigotes, me busqué con desespero y me encontré bajando del árbol riéndome con gracia, ajena a la presencia del gran animal.

Esto era malo, quería gritarle que se alejara, pero no podía.

La niña sólo se dedicó a caminar a donde estaba el gran animal y acariciarle la cabeza, como si lo conociera, pero de repente otro lobo salió de entre los arbustos, tenía un pelaje de color rojizo y ojos casi negros.

El otro lobo, se puso delante de la niña y gruñó, adoptando una posición protectora.

De nuevo, ella estaba en peligro.

Una vez más, una oportunidad más #1 {terminado}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora