(1) Las Ventajas De Ser Distraída.

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Las ventajas de ser distraída. 

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Estar en el último piso no es la gran cosa, sin embrago, esa ha sido la fantasía jamas dicha de todos aquellos alumnos que pertenecen a los pisos de abajo. Pero, como ya dije, no es para nada la gran cosa. Es solo aumentar la posibilidad de que si hay algún terremoto (u otro desastre natural de ese tipo) nosotros estemos más propensos a morir. Pero también tiene una que otra ventaja, como el hecho de que acá solo están las aulas de décimo y onceavo. Nada más. El resto es un pasillo largo con aulas solitarias que se usan como bodegas, y creo que esa sería la única razón por la cual todos quieren estar en este piso. Los maestros a penas y te prestan atención. 

Llevo a penas dos semanas estando acá y ya no aguanto tener que subir la cantidad de gradas para llegar. Me gusta el silencio que habita de vez en cuando pero la anciana en mi prefiere mil veces tener el aula abajo. 

Estoy perdida en las páginas del libro de texto que tengo enfrente; estoy en historia, pero la clase me aburre lo suficiente para pensar en un millón de cosas más. Sé que debería de prestar atención a la compañera que está leyendo en este mismo instante, y sé que debería de seguir la lectura, pero no puedo, y no por que no quiera. 

La pequeña ilustración que se encuentra en la esquina de mi libro muestra a una chica de espaldas viendo al mar. Me gusta como la ilustradora (o ilustrador) trazó el cabello como cascada, ¡Dios! Me pregunto como hará para hacerlo, sería increíble tener esa destreza para dibujar... Mis humanos de palos con cabeza redonda no se compararan absolutamente en nada a esto. Se puede decir que dibujar no es mi fuerte.

La verdad, ahora que me pongo a pensar, no sé exactamente que es mi fuerte. Digamos, me gusta leer pero ahí queda, en que tengo más vida en las páginas de un libro que en la vida real. Es mejor. Leer me transporta a nuevos lugares, expande mi imaginación... y eleva demasiado mis expectativas en la vida real... pero al menos me gusta que lo haga. 

- Effie. 

Ese es mi nombre. Medio anticuado ¿cierto? La razón del mismo es la larga historia de amor de mis padres en París. Si, es por la Torre Eiffel. O al menos eso creo. 

- Eff... 

Oh, Dios. Reacciona estúpida, te están llamando. Parpadee varias veces cuando logré reconocer la voz de mi mejor amiga a mi derecha. Regresé mentalmente a la clase y completamente fuera de mis pensamientos.

- La maestra... - susurró y me enfoqué en lo que sus ojos verdosos trataban de transmitir. 

Llevé mi vista al frente, y miré por encima de la cabellera rubia de la chica que se sentaba enfrente mío a la maestra. Su mirada y la manera en el que su pie izquierdo chocaba contra el suelo de forma repetitiva solo me daba a entender que estaba esperando algo de mi. 

- ¿Si? - traté de no tartamudear. 

Mis mejillas ardieron al sentir como cada mirada de cada uno de mis compañeros se dirigía a mi de manera casi simultánea. Odiaba eso. Odiaba la atención en mi. Yo podría vivir muy feliz pasando desapercibida. 

- ¿No me escuchó a la primera? - preguntó la maestra con incredulidad fingida. Se cruzó de brazos y tragué saliva casi sin querer. 

- Ah... - miré mis dedos. 

Escuché las pequeñas risitas a mi alrededor y no por primera vez en mi vida quise desaparecer. 

- Le he preguntado, ¿cuál es su opinión sobre lo que ha pasado en la historia hasta el momento? 

La Chica Detrás del Blog. - [Libro I] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora