13

183 24 2
                                    

Aun estaba oscuro, y a través de las ventanas podía verse la aterciopelada nevada que silenciosa caía cubriéndolo todo. Allí, ante el calor de las llamas y envueltos por las pieles, los amantes se habían sentado uno frente al otro, compartiendo algunas tiras de cecina que habían encontrado rebuscando en los anaqueles, y un puñado de viejos granos de café dio paso a la reconfortante bebida, logrando así calmar los clamores y gruñidos de sus estómagos.

D. la miraba sin poder dejar de sonreír… el brillo de los ojos de Rosita cuando reía, la curva de sus labios , la melodiosa voz… cada detalle de ella lo hacía perderse en un mar de nuevos sentimientos, la felicidad y paz que sentía simplemente iban más allá de lo que creyó posible… Y pensó que si esto era un sueño, ya nunca quería despertar.

Luego de consumir la frugal cena, ella se recostó a su lado, con su cabeza apoyada en las piernas del Dwight, mientras él pasaba delicadamente sus dedos por cada rasgo de su rostro, quería memorizarlo en su propia piel, que ella fuese parte de él mismo. Incluso lo sorprendió comprobar que estar en silencio no era incómodo, y por primera vez en mucho tiempo se dio cuenta que al lado de esa mujer, la soledad ya no tenía cabida en su interior.

-Ey… dulzura… ¿en dónde estás?- la interrogó con ternura, pues veía como ella había quedado desde hacía un largo rato con su mirada almendrada perdida.

Ella parpadeó un par de veces antes de regresar, e incorporándose se sentó a su lado, y tomó la recia mano del hombre entre las suyas.
D. la miró preocupado, porque el rostro de ella evidenciaba que había allí repentinamente dolor y confusión. Aproximó su mano libre hasta el suave rostro de ella, y apoyando con gentileza sus dedos, elevó su barbilla para que sus ojos se encontraran.

-¿Qué sucede? Dímelo por favor, no me ocultes nada, confía en mi.-

-No puedo dejar de pensar en lo que dijiste cuando estábamos afuera… que no te arrepentías de las cosas que habías hecho…-

Dwight cerró los ojos con fuerza, y lamentó que algo que él había dicho pudiese provocar tanta zozobra en ella, sin embargo quería con desesperación que lo comprendiese y aceptase, y si para ello debía abrir por completo sus emociones ante esa mujer, lo haría sin dudarlo ni un instante.

-Dulzura… escúchame por favor… No existe manera en que pueda cambiar nada de lo que he hecho… ni una sola maldita cosa. Y aun si pudiese hacerlo… ¿Qué elegiría? ¿Qué cambiaría? ¿Sería capaz de alterar lo que pasó? He pasado muchas noches sin poder dormir martillando mi cabeza con los fantasmas que me perseguían… hasta que comprendí que siempre actué fiel a lo que sentía, intentando proteger a los que amaba… hasta que ya no quedó nadie a quien amar…-

Rosita se quedó contemplándolo, tratando de asimilar sus palabras, y al mirarlo a los ojos comprendió que él no mentía, el camino que aquel hombre había tenido que transitar era uno lleno de duras decisiones en las que muchas veces la línea que separaba lo bueno de lo malo era inexistente.

-Rosita… No tengo las manos limpias. No estoy orgulloso de eso. Sin embargo, estoy tratando de seguir adelante, a pesar de todo… Y… realmente me gustas… quiero pasar tiempo contigo… todo el que pueda… todo el que me dejes…-

Ella notó sus propias mejillas encendidas como ascuas, cada vez que escuchaba la ternura con la que le hablaba, una oleada de emociones la inundaba… Trató de recordar alguna vez que se hubiese sentido tan plena al lado de alguien, y simplemente nada de lo que había vivido hasta ese momento tenía comparación con todo lo que él provocaba en ella.

-Yo… yo también quiero estar contigo… - confesó al fin –aunque no sé cómo… mi grupo… mi familia… hay tanto dolor aun allí…-

Dwight extendió su brazos entonces, y la joven se refugió en ellos, en el confortable calor de su cuerpo... Y por primera vez intuía que, mientras estuviese con él, ya nada más le faltaría.

-Lo solucionaremos… aun no sé cómo… pero ya no puedo alejarme de ti, aunque quisiese… Te necesitaba desde hace mucho, y ahora que estas aquí, que puedo sentirte, no voy a perderte… no voy a renunciar a ti… eres un milagro… Mi dulce milagro… -

-Siempre tendremos esta cabaña….- murmuró junto a su pecho.

D. rió ante la ocurrencia de la muchacha, estrechándola y meciéndola con suavidad…

-Ok… por un tiempo podremos refugiarnos aquí… pero eventualmente deberemos tomar una decisión… no voy a ocultarte, ni a ocultarme… Soy feliz… y quiero que el mundo lo sepa…-

Tomó entonces el rostro de ella, acercándolo a su boca una vez más. Era cálida. Era dulce. Era perfecta. Era ella.

Enemigos Intimos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora