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-Papá... tengo mucho frío... - el pequeño niño tendría unos diez años, junto con su padre, su hermano y su abuelo había salido de excursión, y esta vez le habían prometido hacer algo muy especial. Jeff le llevaba unos tres años, con desdén lo miró y le dijo:

-Eres un quejica... tienes que hacerte mayor, como yo...-
Dwight lo observó con fastidio, su hermano siempre quería hacerlo sentir mal, pero su abuelo lo abrazó y le dijo al oído:

-No le hagas caso... recién escuché como le castañeteaban los dientes... - y juntos, con tierna complicidad, se rieron una vez más...

-Qué hacemos aquí, abuelo? –

-Vamos a pescar en hielo....-

-Pero... no es peligroso?- Un escalofrío que nada tenía que ver con las bajas temperaturas cruzó su espalda...

-Realmente lo es si caes al agua... el frío puede matarte en cuestión de minutos... pero no tengas miedo Dwighty, aquí el lago está lo suficientemente congelado... no pasará nada...

Parecía que había pasado en cámara lenta. Ella lo miró con repentino desconcierto, cuando la frágil superficie helada cedió, y Rosita simplemente desapareció... Dwight se arrojó arrodillándose junto al irregular borde que se había abierto, con desesperación la buscaba con la mirada, pero ella simplemente no emergía, si no lograba salir de inmediato por la misma hipotermia perdería el sentido y moriría ahogada... y sin aguardar ni un instante más se zambulló a por ella.

El beso de las heladas aguas era el sufrimiento más terrorífico que alguna vez creyó posible concebir. Sentía como miles de cuchillos se clavaban en su piel, desgarrándola, no podía siquiera pensar, cada músculo de su cuerpo se contraía con violentos espasmos, dolorosamente... se obligó a sí mismo a concentrarse, lo único que interesaba era salvarla a ella, nada era más importante.

Al fin pudo abrir los ojos, y giró su cabeza, enloquecido, buscándola, la nieve acumulada sobre la capa de hielo impedía en parte que la luz llegase hasta allí, y una penumbra rota por algunos claros que lograban filtrarse era todo lo que lo rodeaba. Y casi cuando pensó que se estaba volviendo loco, vio como ella flotaba a algunos metros de él... inmóvil.... Cruzó el espacio que los separaba con un sentimiento de pánico, al fin pudo asirla de un brazo, y la llevó hasta el recorte de luz que por el que ambos habían llegado hasta allí.

Haciendo uso de todas las fuerzas que disponía, golpeó con su puño libre el borde para agrandarlo, sus pulmones parecían querer reventarse, ya no le quedaba oxigeno para resistir mucho más, y a medida que con febril exasperación aporreaba el hielo, el agua comenzó a teñirse de la sangre de sus nudillos. Al fin algunos trozos cedieron y con un esfuerzo sobrehumano tomó el inerte cuerpo de la muchacha, elevándolo por sobre él, y al fin ambos asomaron sus cabezas de aquella trampa helada. La sujetó de la cintura y después de un par de intentos logró sacarla de allí, para al fin poder abandonar esa tumba invernal.

D. se arrodilló junto a ella, y pudo comprobar que no respiraba....

"No... por favor... no me hagas esto... no me dejes... "

Comenzó a hacerle RCP, una, dos, tres veces... y ella seguía sin responder...

"Por favor... dulzura... vamos... despierta... no te vayas... no ahora..."

A la cuarta vez que insufló aire en la boca de ella, pudo ver como Rosita reaccionaba, comenzando a toser, y expulsando el agua que había entrado en sus vías respiratorias. El hombre respiró aliviado, había logrado traerla de vuelta, pero su paz poco duró cuando vio como ella comenzaba a perder color rápidamente, la hipotermia se empezaba a expandir en el cuerpo de la joven, tenía que hacer algo de inmediato o la muerte llegaría inexorablemente a ella.

Cargándola en sus brazos, comenzó a caminar a través del grueso manto níveo hasta que al fin llegó hasta la cabaña que se escondía entre la espesura del bosque, dando una sonora patada logró abrir la puerta, y dejó el cuerpo de la joven sobre el raído sofá.

Dwight temblaba con violentos estertores, sentía su mente embotada, y en su cabello se habían formado escarchas, así como también se habían congelado algunas partes de su ropa. Con un impulso que superaba las fuerzas que le restaban logró llegar hasta la leña que se acumulaba al lado de la chimenea, y armando una pequeña pila sobre el tizne de pretéritas fogatas, logró encender la yesca que allí lo aguardaba. Pasados unos instantes pudo ver como al fin se producía ese pequeño milagro flameante, y poniéndose de pie volteó a verla, su piel perdía color rápidamente, si no hacia algo por ella moriría de cualquier modo, y recorrió frenéticamente con su mirada el lugar, hasta que en uno de los rincones encontró algunas pieles viejas que los cazadores habían dejado en algún tiempo, pieles que habían sido desechadas porque los disparos las habían arruinado o porque siendo mal curadas, tenían formas irregulares. Las atrajo hacia el frente del fuego, extendiéndolas, y luego fue a por Rosita,  cargándola nuevamente en sus brazos la condujo hasta el suave lecho que para ella había extendido. Los labios de la muchacha habían perdido su color y un temblor la recorría violentamente. La acercó un poco más a la fogata, pero el calor era aun insuficiente, y con algo de pudor comenzó a sacarle la ropa, que al igual que la suya, se había congelado en sobre su cuerpo.

Con delicadeza e intenso nerviosismo descubrió su cuerpo, sacándole prenda por prenda, si el hielo de la tela permanecía demasiado tiempo junto a la piel podría provocarle quemaduras. Luego de luchar por un rato que se le hizo eterno, entre las prendas que parecía que se negaban a ser desalojadas y los propios temblores de sus manos, logró al fin desnudarla, y la cubrió con las pieles que restaban. Se sentía mareado, y gateó hasta la chimenea, en donde el fuego comenzaba a tener nuevos bríos, y temiendo desmayarse agregó nuevos leños, para prolongar lo más posible la vida de aquel.

Poco a poco comenzó a despojarse de sus propias prendas empapadas, hasta que pudo quitárselas todas, en sus brazos y piernas había quemaduras por el frío, pero sus terminaciones nerviosas estaban tan embotadas por el dolor que apenas si podía sentirlas. Se arrastró hasta el lado de la muchacha, dejándola más cerca del calor de la fogata que poco a poco comenzaba a incrementarse, y se recostó a su lado, exhausto.

Tumbó su cabeza para verla, y pudo observar como temblaba, pero al menos había logrado salvarla.

"Te encontré..."  fue el último pensamiento que pasó por su mente, y luego simplemente perdió el conocimiento.

Enemigos Intimos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora