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Algunos días después, Dwight había vuelto con cierta ansiedad a la cabaña en donde la reunión con Rick se había concretado, y sobre la mesa había encontrado al fin una nota que el sheriff había dejado para él.

"Hablé y están de acuerdo. Lleva a los tuyos si es necesario"

Esas simples palabras habían devuelto un poco de tranquilidad al nuevo líder de El Santuario, pues significaba que podían contar con algún tipo de asistencia médica en caso de necesitarla, y con el invierno tan próximo aquello era un alivio que sin duda calmaría los ánimos y traería tranquilidad a la comunidad.

En uno de los rincones, al lado de la chimenea, había un alto de troncos que habían sido dejados hacia ya mucho tiempo, y después de examinarlos un poco, encontró entre ellos uno que no tenía nudos, de prácticamente unos diez centímetros de altura, y que tenia la dureza apropiada. Y aunque sabía que debía volver a El Santuario, simplemente necesitaba un poco de tiempo para él, lejos del bullicio y los problemas que lo esperaban en casa.

La mañana estaba gris y agradablemente fresca, y caminó hasta la orilla del remanso, a cuya vera se sentó rebuscando en sus bolsillos. Y allí estaba. La vieja navaja que su abuelo le había regalado cuando era un crio, con la cual había hecho cientos de figurillas de madera, en su mayoría soldados o animales. Con cierta nostalgia la abrió, y con paciencia comenzó a quitar pequeñas astillas, moldeando poco a poco la madera. No sabía qué haría, pero la emoción de crear algo era una pequeña luz en su interior que lo hizo sonreír.

Y como ya se había vuelto costumbre, en cuanto su mente se relajaba un instante de sus funciones diarias, su pensamiento volvía de manera casi instintiva a aquel sueño, ya ni siquiera trataba de eludir su recuerdo, y simplemente dejaba a su imaginación recrear aquellos momentos en que ella se acercaba a él sin miedo, y con profundo deseo en sus ojos de almendra.

A pesar que algunas mujeres de su comunidad se habían acercado a él en varias ocasiones ofreciéndose de manera insinuante, Dwight había rechazado de manera sistemática aquellos avances, en primer lugar porque no quería volver a tomar el camino que su antecesor había utilizado, y luego porque los primeros meses había estado en una especie de duelo por Sherry. Y con el paso del tiempo la aparición de los aquellos sueños había terminado de desviar su atención de manera absoluta, pues ya sólo necesitaba con desesperación desvelar la identidad de aquella mujer. Pero para su pesar, descubrir quién era ella sólo había traído dolor y frustración para él, junto con la convicción que nunca podría saciar el deseo que Rosita había empezado a provocar en él.

Había pasado un largo rato ensimismado por aquellas derroteros de su pensamiento mientras seguía tallando el pequeño madero, cuando de repente su instinto le advirtió que ya no estaba sólo, y de un salto se puso de pie, y allí, en la orilla de la línea de árboles, estaba ella, apuntándole.

Dwight sintió como la garganta se le resecaba, y una extraña tibieza se extendió por su cuerpo, era más bella aun de lo que recordaba, pero cuando vio como la muchacha sostenía el arma hacia él, volvieron de pronto a su memoria la interminable lista de cosas por las cuales debía odiarlo. Dando un corto suspiro, dejó caer la navaja, y mientras en su mano izquierda apretaba su pequeña creación, y levantó ambas manos. Al menos, si ella disparaba en ese momento, lo último que se llevaría sería su mirada al más allá.

Aun shockeada por la sorpresa de verle, levanté con lentitud mi arma, estaba a punto de dispararle, realmente quería hacerlo, y de repente vi como aquel hombre se ponía de pie, y se quedaba mirándome. Sonrió al verme... y no era una sonrisa de burla, nuevamente había una extraña mezcla de alegría y tristeza allí.

"Dispara ahora" gritaban las voces en mi cabeza... pero simplemente cuando lo vi tirar su navaja y levantar las manos, a la par que suspiraba, mis demonios enmudecieron.

Sentía como el aire entraba y salía inquieto en mis pulmones, y muy despacio me fui acercando hasta él, y sin saber por qué, bajé mi arma, ya sólo un par de metros me separaban del rubio líder de los que otrora fuesen nuestros enemigos. Podía ver como en su mano izquierda apretaba con fuerza aquello en lo que lo había visto estar trabajando, y una ansiedad casi infantil me invadió...

-Hola ...- le escuché hablarme... su voz era levemente rasposa, pero las palabras eran inusitadamente suaves –Está todo bien? Rick te ha enviado para dejarme otro mensaje?-

Había una nota de preocupación en su voz, pero por sobre todo, me sorprendió la frase "otro mensaje" ¿acaso entre el sheriff y aquel hombre había canales de comunicación que ella desconocía?

Negué con mi cabeza como respuesta a su pregunta, y casi como una niña impulsiva, lo interrogué.

-¿Qué haces aquí?-

Me arrepentí en cuanto lo dije, no debía interesarme, pero sin embargo quería saberlo con curiosa necesidad.

Vi como una nueva sonrisa se dibujaba en su rostro, a la par que contestaba.

-Simplemente quería huir un rato... y tú?-

-Yo ... también- confesé, mientras me mordía mi labio, y sentía como el rubor se extendía en mis mejillas. Hacia unos instantes había estado dispuesta a matarlo, y ahora estaba allí, parada frente al hombre debía odiar, sonrojada y casi temblando. Me sentía una estúpida colegiala inexperta. ¿Por qué me hacía sentir así?

-Podríamos huir juntos entonces....- dijo casi al pasar, y de repente sentí que mi latido se aceleraba.

"No lo mires a los ojos" me advertía una voz en interior, y casi por reflejo me desobedecí a mi misma... y levantando mis ojos me topé con su mirada de zafiro. Me miraba con ternura, como si lo hiciese feliz verme... era tan... extraño... temí que su mirada pudiese convertirse en una especie de droga para mi... desde muy joven había lidiado con los hombres y había recibido miradas de todo tipo, pero sus ojos me recorrían como si fuese un regalo, y no un mero objeto.

"Vamos... vete! Ahora!" instaba la insidiosa y odiosa voz de mi interior.

-Qué tienes en tu mano? - Necesitaba saberlo, y llegados a este punto, me importaba un maldito bledo lo que mi conciencia me aconsejaba.

Lo vi morderse el labio, mientras apretaba su mano. Casi como un niño que es descubierto haciendo una travesura, bajó la vista, avergonzado.

-Tallaba- respondió, sonrojándose.

-Puedo verlo?- insistí con una expectativa que me sorprendió a mí misma. Y pude observar como algo en su interior se debatía..., y con sus ojos cerrados, casi con vergüenza, levantó despacio su mano hasta que quedó a la altura de su pecho, y con delicadeza la abrió...

Había una pequeña rosa tallada en un trozo de madera, cada pétalo estaba perfectamente reproducido, y cerré los pocos pasos que nos separaban. Era perfecta.

-Puedo? – Pregunté, acercando mi mano hasta ella.

Aún sin mirarme a los ojos, afirmó con un rápido movimiento de su cabeza, y mi mano se acercó a la suya, la tibieza de su piel casi llegaba hasta mi palma, y la tomé con delicadeza, a la par que él decía en un susurro:

-La hice pensando en ti-

Los sonidos se apagaron a nuestro alrededor. La sorpresa de su confesión me dejó sin aliento... volví mi vista a la pequeña figura, era preciosa, y el hecho de que me la ofreciese así, me conmovió.

Sin pensarlo siquiera di el último paso hacia él... a la par que buscaba su mirada, y casi con timidez levantó sus ojos hasta que se encontraron en los míos. Y su mano de repente se entrelazó con la mía, su agarre era firme pero aún así percibía su temor, mientras sentía mi respiración que en cortos movimientos se agitaba nerviosa.

Cerré mis ojos, invadida por la dulzura de su agarre, por la ternura de su confesión, por el calor de su cuerpo.

Y acercándose lenta y atormentadoramente hasta mi, me besó.

Enemigos Intimos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora