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El tiempo comenzó a transcurrir de una manera nueva para mi, en el cual había comenzado a visitar una o dos veces a la semana a Dwight en El Santuario, y tal como le había prometido, siempre llevaba a alguien para acompañarme, a veces las tareas de D. sólo le permitían dedicarme un par de horas, y algunas veces me quedaba a pasar la noche allí, para volver al día siguiente a Alexandria.

Aunque al principio me sentía un poco extraña, la gente del lugar en general era muy amable, y hasta una señora mayor se acercó una tarde y me dijo:

-Gracias por estar con él-

La miré sorprendida... y le pregunté por qué me decía eso...

-Porque desde que está con Ud, Sra Rosita, el Sr. Dwight está más... alegre, si me permite decirlo así.-

Esa noche, después de la cena, se lo comenté a D., quien se sonrojó en ese momento, y estirando su mano me atrajo hacia él, estaba sentado en una butaca que había en su dormitorio, y sin dejar de perderme en sus profundos ojos azules me subí a horcajadas sobre él.

-Acaso lo dudas? Eres la razón de que cada día quiera levantarme y que sea feliz de hacerlo... que me impulsa a querer construir un hogar aquí... antes odiaba este sitio, sólo buscaba una excusa para pasar la mayor cantidad de tiempo fuera... pero desde que estas en mi vida... todo aquello quedó en el pasado... y para que veas que voy en serio... - dijo, mientras estiraba la mano buscando algo en una estantería que había detrás suyo, hasta que con una sonrisa satisfecha, trajo hasta el frente de nosotros una pequeña caja negra afelpada.

Sentí mi corazón comenzar a palpitar de manera incontrolable dentro mío, y sonriendo con un poco de timidez la giró y muy lentamente la abrió... dentro había un cintillo dorado, coronado con una bellísimo diamante, los haces de luz que lo tocaban estallaban formando pequeños destellos en todas direcciones.

-Dwight... es... bellísimo...-

-Yo sé que me dirás que es muy pronto... que hace poco que nos estamos conociendo, que no sabes si quieres venir a vivir aquí porque no quieres dejar a tu familia... y llámame anticuado si quieres... pero soy un hombre que quiere hacer las cosas del modo correcto, y quiero que estés conmigo no sólo siendo mi mujer, quiero que seas mi esposa... Tú... no hace falta que lo decidas ahora... pero... al menos dime que lo pensarás... sólo eso....-

Sentía las lágrimas agolparse ante mis ojos, pero no quería dejar de verlo... podía sentir bajo mis piernas como temblaba mientras me hablaba, aquella era la visión más dulce y romántica que pude imaginar.

Me acerqué hasta su boca, y sin dejar de mirarlo a los ojos, le dije:

-Si-

-¿Sí lo pensarás? – preguntó con ansiedad.

-Sí, acepto. Quiero ser tu esposa...-

Suspiró aliviado, y una lágrima corrió por su mejilla, y sin poder contenerme comencé besarlo lentamente, mientras sentía cómo tomaba mi nuca, hundiendo con suavidad sus dedos entre mi cabello.

-Espera- dijo, separándose un momento, y sacando el cintillo del estuche tomó mi mano, reí nerviosa... y con extrema delicadeza, mientras los dos observábamos maravillados ese precioso instante, deslizó el anillo sobre mi anular.

-Ahora si... mi prometida- me dijo, orgulloso, mientras me contemplaba deslumbrado.

Me puse de pie, sin dejar de verlo, y comencé a soltar uno a uno los botones de mi camisa. Dwight me miraba fascinado, y poco después se puso de pie, y comenzó a besarme con deleite, mientras sus manos deslizaban la ropa por mis hombros, hasta que cayó al piso, a mis pies. Recorrió sus manos por mi espalda, acariciándome con sutil toque, mi cuerpo lo había extrañado sediento, hasta que desprendió mi sostén, liberando mis senos al fin. Pasó su pulgar acariciándolos, y gemí ante su contacto, y sin dejar de rozar mis pezones con la yema de sus dedos, me atrajo en un abrazo hasta que mi boca estuvo a su alcance, y su lengua, deliciosamente intrusa y sedienta de mi, se hizo camino a través de mi cuello hasta que nos fundimos en un beso lleno de todas esas emociones que nos embargaban.

Lo tomé de la cintura acercándolo, y unos momentos después comencé a liberarlo de su leñadora y del cinturón de su pantalón, mientras él seguía besándome profundamente.

Cuando al fin logré dejar su torso desnudo, pasé mis manos por su pecho, yo adoraba acariciarlo, cada músculo de su cuerpo respondía a mis caricias de manera inmediata, y eso me llenaba de ansia sin igual.

En ese momento se opuso de rodillas ante mi, y a pesar de su posición sumisa, su mirada llena de deseo me hizo estremecer... Y sin despegar sus ojos de los míos comenzó a quitarme mi pantalón, junto con mis bragas. Me sentía tan indefensa, y a la vez tan deseada que era simplemente enloquecedor... mi respiración se agigantaba por momentos, expectante ante aquello que iba a venir...

Quise dar un paso hacia atrás, hacia la cama, pero él simplemente negó con la cabeza, mientras permanecía sonriéndome de manera hipnótica... Él seguía de rodillas, y pude ver como se acercaba a mí, y tomándome de las caderas, para que no pudiese escapar, comenzó a lamerme lentamente mi vientre, trazando con su tibia lengua un recorrido atormentador de besos y pequeños mordiscos... no podía dejar de mirarlo, era tan erótico que sentía que cada centímetro de mi piel estallaba en mil soles...

Poco a poco se acercó a mi húmedo centro, mis gemidos aumentaban a medida que lo hacía, y comenzó a lamerme con intensidad, buscando de manera complaciente mi rosado clítoris, hasta que hallándolo, comenzó a saborearlo una y otra vez, en cierto momento recuerdo que levantó su vista y susurró:

-Eres deliciosa-

Y volvió a perderse en aquella increíblemente dulce tortura...

Cuando mis piernas comenzaron a temblar, al fin se puso de pie y me condujo hasta su lecho, yo sentía que desfallecería extraviada en el ansia que había desatado en mi, y unos segundos después Dwight se recostó y con sólo una mirada me indicó que quería que yo tomase el control, mi cuerpo desesperado sólo clamaba por su piel, y colocándome a horcajadas, sentí como su miembro se abría paso dentro de mi cuerpo, y una marea de sensaciones que nacían allí donde nuestros cuerpos se hallaban unidos, nos recorrían a ambos por igual...

Comencé a moverme primero con suavidad, pero a medida que la sed se agigantaba ya no podía controlarme, sentía como sus manos acariciaban mis senos primero, y luego mis caderas, y cuando estaba llegando al punto más alto del placer, D. rozó con suavidad mi clítoris, lo cual intensificó aun más mi éxtasis, y casi en un grito agónico lo llamé, mientras me corría de manera tan impetuosa que sentía que era imposible sobrevivir a eso siquiera...

Poco después me desplomé sobre su pecho, mientras me estrechaba con fuerza a su cuerpo y cubría mi boca con tiernos besos.

-Eso ha sido... intenso..- dije, mientras sonreía, sin poder dejar de verle.

-Dulzura... no te imaginas lo que he pensado para nuestra noche de bodas...-

Reí, sintiéndome feliz, completa, amada...

Unos minutos después el sueño comenzó a vencerme, mientras él seguía abrazándome con ternura, y lo último que escuché que me decía en un susurro fue:

-Mi prometida... mi mujer... y pronto, mi esposa....-

Enemigos Intimos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora