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La mañana los había sorprendido entre confesiones y caricias, y cuando la claridad ya todo lo invadía, muy a su pesar comprendieron que había llegado el momento de regresar a sus respectivas comunidades. Luego de vestirse, él se había sentado en el vieja butaca a observarla, deleitándose con cada movimiento que ella hacia al andar, y cuando Rosita lo descubrió viéndola, se acercó sonriente hasta él, sin despegarse ni un instante de sus ojos de zafiro, y se deslizó a horcajadas de D., que con un gruñido ronco pasaba con firme deseo sus manos por sus piernas hasta sus redondeadas caderas, atrayéndola hacia su cuerpo, y presionando la tibia entrepierna de Rosita contra su propia masculinidad.

Hacia sólo unos momentos que se habían vestido y tenerla así, era una dulce tortura... ya estaba deseando arrancarle la ropa y tomarla nuevamente... Hundió su rostro en el valle que había entre los senos de la joven, sintiendo su tibieza y el dulce aroma de su piel...

-Realmente me lo estás haciendo muy difícil... No quiero irme... no podré... No sin ti... Por favor... ven conmigo...-

Rosita sonrió a pesar de escuchar la suplicante voz de Dwight que una vez más le pedía que no lo abandonara, sentirse anhelada era algo tan maravilloso y nuevo que no dejaba de sorprenderla.

-D... ya lo hablamos... dijimos que iríamos despacio...-

-Te prometo que iremos despacio... no rebasaré el límite de velocidad de las carreteras del estado...- murmuraba mientras la estrechaba contra su pecho.

De manera juguetona, ella dio un golpe con su palma sobre el hombro del hombre.

Él levantó la mirada, y después de unos momentos, dijo:

-Auch! Ok, ok... Lo pillo... Iremos despacio... ¿Cuándo nos vemos de nuevo?-

-Mmm... en una semana?.-

-¿Qué?? Pero ni de coña... no podré estar una semana sin ti. Tres días.-

-Quizás tú seas el líder de una comunidad y no tienes que rendirle cuentas a nadie, pero yo soy una simple vigía... y tenemos un cronograma ya establecido de turnos que cumplir... acaso quieres que pierda mi trabajo?-

-No te preocupes... conozco una comunidad muy cerca de aquí que podría ofrecerte un lugar acorde a lo que vales... allí podrías ser la primera dama....-

Ella rió ante semejante ocurrencia, y después de una catarata de besos y de tires y aflojes, acordaron que cinco días más tarde se reencontrarían en aquel lugar.

La acompañó hasta el lugar donde ella había dejado su vehículo, el níveo y desolado paisaje los rodeaba por doquier, y como dos adolecentes iban tomados de la mano, maravillándose en silencio del extraño giro que habían tomado las cosas para ambos. Y después de que se aseguró de que ella ya estaba en camino, volvió con una sonrisa que no sólo llenaba su rostro, sino también cada partícula de su cuerpo, en busca de su moto para partir a El Santuario nuevamente.

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-Abran los portones!!!-

Un eufórico Aaron con inmenso alivio descendió de la torreta, saliendo al encuentro de Rosita, y en cuanto bajó del vehículo su amigo la rodeó en un abrazo, el hecho de que ella saliese sin avisarle a nadie y que no hubiese regresado cuando la noche había caído sobre el condado de Washington, sumado a la intensa tormenta de nieve que había transcurrido en la pasada jornada había puesto a todos en estado de alerta.

-¿Estás bien? ¿No te pasó nada? Rick ya estaba organizando una expedición para buscarte...-

Un profundo rubor coloreó sus mejillas a pesar que las temperaturas rondaban los cero grados.

-Está todo bien... sólo... perdí la noción del tiempo... y la tormenta me pilló por sorpresa...-

Aaron la recorrió con la mirada, y a pesar que presintió que había algo que ella ocultaba, la tranquilidad de ver que había regresado sana y salva pudo más, y dando un beso en la frente de la muchacha volvió a su puesto en la caseta de vigilancia.

Con paso algo cansino, y aún con su pensamiento en la piel de aquel hombre de ojos azules, rememorando los hechos que habían acontecido en las últimas veinticuatro horas, se dirigió hacia la casa de Rick, algo avergonzada por la zozobra que les había hecho pasar, y para evitar que su familia estuviese a punto de salir a por ella.

En cuanto puso un pie en el salón de la casa, Tara corrió a su encuentro, abrazándola con fuerza. Un sentimiento de culpa la estremeció cuando se vio rodeada por los brazos de la joven amiga, y el recuerdo de Denise se deslizó de mera incómoda por su mente.

Pronto los demás también se acercaron a ella, algunos con rostros un tanto ceñudos, y otros con evidentes muestras de alivio, y después de responder con algunas evasivas, en cuanto pudo se despidió de ellos y se puso en camino a su hogar, buscando la placidez de su lecho.

Una a una se quitó las prendas de ropa, y casi creyó percibir el perfume del hombre en su piel. Sonrió. El sólo hecho de recordarlo la hacía feliz... la hacía sentir plena...

Unos instantes antes de dormir inclinó su cabeza hacia su mesilla de noche... y con extrañeza vio que allí no estaba la pequeña rosa que Dwight había tallado para ella. Con tristeza pensó que quizás la había llevado en el bolsillo cuando cayó en las heladas aguas del remanso, y con todo el jaleo que se había producido la habría perdido... Pero unos instantes después, a pesar de aquello, el recuerdo de la ternura de los besos de D. pronto la acunó, y sin darse cuenta siquiera se deslizó en un sueño lleno de dulces memorias del rubio hombre que por primera vez en su vida, la hacía sentir amada de verdad.

Enemigos Intimos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora