Capítulo 41 : Anna

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La felicidad dura tanto como la persona lo quiere, de eso estaba segura la castaña. Permanecía inmóvil justo como se lo pidió Steven, ¡Esperar! Eran de las pocas cosas que ella no podía hacer, sobre todo cuando el rostro de Angélica la incomodaba un poco.

—Tranquila, no pasa nada. — se dice a sí misma, recordar como había transcurrido aquella historia entre ellos la dejaba pensando en la profundidad de sus sentimientos, pero lo que más la aterraba era en la decisión de Steven.

Observa como la rubia le lanza una mirada por encima del hombro de su espíritu amigo, traga toda la saliva que puede para permanecer quieta, según el moreno era mejor ir el solo a hablar con aquella, ya que de otra forma desaparecería de golpe al ver que un humano podía verla.

Avanza hasta la mesa de las bebidas de la fiesta, se sirve un poco de ponche y lo traga de un solo, no quería pensar mucho en las cosas, pero estas llegaban por si solas ¿Qué hacia Angélica con Andrea? ¿Por qué aparece ahora, y en la fiesta? Después de aquel hermoso momento en la terraza, sus sentimientos por Steven parecían más claros que nunca. Quizás tenía que estar destrozada por lo que ocurrió con David, aunque ese dolor estaba muy presente en su pecho, al momento en que se encontró a sí misma en aquella correccional, se dio cuenta que estaba enamorada de Steven, y finalmente lo podía afirmar.

—Prometí hacer las cosas bien. — se dice entre dientes, aquella promesa la llevaba solo a un camino, aquel era guardar sus sentimientos y hacer lo correcto, aunque aquello la fracturara de por vida, ella ayudaría aquel ser especial a encontrar su felicidad.

Observa como el moreno sonríe cuando esta junto aquellos, que por un segundo un sentimiento de envidia creció en su pecho.

—¿Qué hace una hermosa dama tan sola esta noche? — expresa una voz tan fría que congelaría el mundo entero si eso era posible.

Armándose de todo el valor que poseía ella gira su cuerpo para serle frente, al ver como su mirada emitía un ácido tan fuerte que derretía el mismo hielo de los ojos del otro su acompañante retrocede.

—¿Quién es la victima de hoy? — pregunta en tono voraz.

Su acompañante se encoge de hombros, aquella superioridad que reflejaba se había desvanecido. Por un segundo ella lo miro más como un ser humano, que un alma calculadora que arrebataba las almas de quien lo rodeaba.

—Anna... no me odies. — expresa con el gesto apaleado. —eres el único ser que no me miraba con miedo, ni con odio...— expone.


Ella no recordaba la forma en la que miraba a Vladimir, podía recordar lo dulce de su aliento cuando le hablaba cerca, incluso el frio que, hacía sentir su presencia, pero no recordaba miedo, u odio... hasta ahora.

—Vladimir yo...— trata de buscar las mejores palabras para expresar aquel resentimiento, pero estas no salían.

—Recuerdo cuando me lleve a Margaret, estabas muy pequeña...— dice el nombre de la abuela de la menor como si aquello hubiera ocurrido ayer. —me despediste con una sonrisa en el rostro, porque creías que yo le daría la paz interior a tu ser querido...

Aquellos recuerdos como pequeñas fotografías aparecieron en la cabeza de la castaña como imágenes vividas, recordaba el olor a pasto mojado, estaba sentada en el jardín de la casa de sus abuelos, su abuelo le comento sobre los ángeles que brindaban aquella paz, y que su abuela los estaría esperando en un lugar mejor.

Aquella tranquilidad le recordó a Steven, y deseo en ese momento que las palabras de Vladimir fueran ciertas, y que su novio realmente encontrara aquella anhelada paz.

Ángel  "Un beso silencioso"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora