Capítulo 30: Steven

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¡Eres una maldita perra! — dice el ángel sin ser escuchado. — el que seas una mujer no quita que puedo hacer que ese estúpido árbol se parta en dos y atraviese tu asqueroso cuerpo.

La joven se detiene y deja caer el cuerpo de la menor al suelo, el sonido hueco al impactar con el suelo, hizo un sonido distante de todo lo que los rodeaba, el moreno no comprendía como su pequeño cuerpo tuvo la fuerza para cargar a su pupila hasta este lugar, pero donde la fuerza abandonó su cuerpo dejo a la menor tirada en el pastoso suelo.

—Eres una débil, igual que tu arrogante madre. — alebresta el interpelado, realmente se estaba cansando de esa mierda de correccional, que no pudieran ser libres, y que cada vez que abrían una puerta; diez se les cerraban en la cara.

La chica rueda los ojos al ver el cuerpo inerte de la menor, se sienta recostándose en un árbol mientras los pocos rayos de sol pasaban sin permiso entre sus copas iluminando el lugar, Steven no quería apreciar las cosas que le rodeaban, su vista clavada en su pupila le provocaban un nudo en la garganta.

—Anotar y observar. — se repite su trabajo entre dientes.

Se sentía de lo más incompetente posible ante todo aquello, no comprendía como el resto de los ángeles podían simplemente permanecer al lado de las personas sin ayudarlos en casos como este.

Mientras más segundos pasaban, aquel más trataba de aferrarse a las reglas, apretó los dientes llenos de rabia, ¿Qué caso tenia ser un ser celestial si dejaba que esto le pasara a la menor? Comenzaba a cuestionar todo lo que aprendió en la academia.

Anna comienza a moverse lentamente en el lugar que se encontraba, mientras los ojos de Steven quedan en blanco. Una mancha de sangre aparece en la frente de la interpelada.

Hace un gesto de ardor al llevar la yema de sus dedos rozando la herida.

—¡Ten! — aúlla Rojo lanzándole un pedazo de franela al suelo. — tienes que presionar la herida.

No cuestiono ni por un segundo aquello, ya que como lo había dictaminado su atacante ella lo hizo sin previo aviso.

—¿Qué diablos te sucede? — preguntó lo único que pasaba por su cabeza en esos momentos, todo a su alrededor parecía tambalearse.

El ángel se inclina rozando la mejilla de la castaña para observar el daño causado por la otra joven.

Los ojos de Anna se abren como platos al sentir el leve contacto por milésimas de segundos, Steven quien no se percató de lo que había sucedido se puso de pie para serle frente a la dañada chica que custodiaba el interior del bosque.

—¡Juro por mis alas, que encontrare la manera que quitarte esa estúpida risa!

Rojo camina hasta donde se encontraba la joven de cabello café claro con mira perdida, la observa por un segundo, sin saber lo que realmente pasaba por su cabeza.

El sonido de las aves acompañaba un largo silencio incomodo que se había interpuesto en aquella escena.

—¿Dónde estoy? — le pregunta la menor al moreno, sin poder verle a los ojos, sus mejillas ardían demasiado como para saber que la vergüenza y un nuevo sentimiento se había apoderado de ella.

—Nuestra amiga te sacó del reformatorio. — presenta el interpelado.

—Estamos justo donde puedes comenzar un nuevo comienzo. — exhibe la otra joven acercándose a la susodicha.

Anna se coloca de pie dejando caer el pedazo de franela al suelo, aunque el dolor no disminuyó ni por un segundo, no quería mostrar debilidad ante su atacante, el ángel se coloca junto a ella para darle fuerzas, traga una boconada de aire y libera toda pesadez que los rodeaba, cada vez que sentía que su pupila necesitaba valor este transmitía la tranquilidad que los ángeles poseían.

Ángel  "Un beso silencioso"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora