Capítulo 17: Anna

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El agua caliente recorre su cuerpo relajando cada musculo entumido por el trabajo, observa como la tierra y el agua se combina en el suelo. Nunca había sentido tanto cansancio en su vida, un leve ardor en su hombro hace que ella apretara los dientes.

¡El accidente! recuerda llevando la yema de sus dedos hasta el punto de dolor.

Pasa sus manos por el cuero cabelludo y el dolor en su sien aparece, tenía abolladuras en su cuerpo que hasta ahora notaba.

Cierra la regadera y busca una toalla, comienza a secar su cabello; tirando de el en un juego de ir y jalar, envuelve su cuerpo con otra toalla y camina hasta el vestidor.

El resto de las chicas se vestían de forma silenciosa, después de trabajar arreando la tierra, sembrando y cosechando, nadie tenía fuerza alguna para hablar. Por primera vez en la vida comprendió lo difícil que era el trabajo del campo.

Se coloca de nuevo el uniforme verde, ahora poseía dos. Uno en lavandería y el que tenía puesto. Observó un minuto su reflejo en el espejo; trata de sonreír, pero su cuerpo se encontraba demasiado aturdido para reflejar felicidad. Su cabello en cascada humedeció su uniforme.

¡Solo vete, y duerme! se ordena a sí misma y camina con la toalla húmeda entre las manos.

Un estruendo se escucha a la distancia, como si impactaran un cuerpo contra la pared, al oír aquello la curiosidad de la menor crece y avanza en busca del producto del sonido. La frase "La curiosidad mató al gato" se presentó en su fuero interno, que desde luego ignoró.

Cruza la primera fila de casilleros y al llegar observa dos chicas que tenían rodeada a una joven menor que ella.

—Tenías que lavar nuestra ropa inútil. — le grita una de ellas a la más pequeña, su cuerpo era delgado, piel canela y rostro ovalado. Tenía ojos saltones que alteraban a la chica de risos lustrosos.

—¿Acaso eres sorda? — le grita la otra, al contrario de su compañera esta era más baja que su amiga, su piel caramelo y de ojos brillantes; tenía el cabello tan corto que parecía hombre.

—Lo siento. — se disculpa y sus ojos se cristalizan.

Aquello no era justo, se aprovechaban de ella porque era más pequeña y débil, sobretodo, ellas tenían la ventaja; eran dos contra uno. No sabía qué hacer en ese momento, Steven no se encontraba junto a ella, según las reglas de los espíritus; un fantasma hombre no podía cruzar el vestidor de las mujeres. <<Que estupidez>>

—Tendremos que darte tu merecido. — aúlla la de piel canela y la indefensa simplemente cierra los ojos.

Anna observa una joven en la esquina contraria que le hace gestos para que no se entrometa, su mirada llena de pánico parecía leer los pensamientos de la castaña.

—¡Te enseñaré a obedecer una orden! — se burla la del pelo corto, y sujeta del cuero cabelludo a la niña, ella lloriquea de dolor sin mostrar resistencia alguna.

Su cuerpo es controlado por la furia, porque eso era lo que la controlaba, el enojo, la injusticia, pero sobretodo su propia alma abnegada, sus dedos blancos al convertir sus manos en puños; cristalizan una sonrisa llena de ira en los dientes de la más fuerte.

—Lo pensaría dos veces en lastimarla si fuera tú. —alza ella un tono más alto, las dos lozanas se paralizan al ver como ella aparece de la nada. — ¡suéltenla! — ordena.

Sin pensarlo dos veces la víctima tira de sus propios risos para liberarse del agarre de la que tiene pelo corto, limpia sus mejillas y corre justo al lado de Anna.

Ángel  &quot;Un beso silencioso&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora