Capítulo 56: Anna

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Una batalla se pierde una vez que se deja de intentar... de la misma forma un alma se desvanece una vez que se deja de amar...

Mientras un velo negro y denso poseía cada parte de su cuerpo, cubriéndolo lentamente. Ella se aferraba con garras y dientes a la poca vida que le quedaba. Luchaba por permanecer consiente a las cosas que le rodeaban, desde el momento que su cuerpo cayó al suelo todo se volvió confuso y violentó a la vez, escuchaba a Steven gritar y llorar al mismo tiempo.

Apretó los dientes sintiendo como el dolor en su espalda crecía, busca mentalmente la ubicación del dolor, y siente como cientos de cristales son clavados desde su espalda hasta sus piernas. Quería gritar de dolor, incluso morder su propia lengua para enfocarse en una dolencia a la vez, pero su cuerpo ya no le respondía, solo era un saco, que al parecer llevaban algún lado.

Siempre pensó que la muerte era sigilosa, rápida y precisa. Que esta era argumentada y sencilla, como lo mostraba Vladimir. Pero como todo en su vida siempre fue difícil; ahora se encontraba sufriendo hasta la minúscula partícula de su ser.

—Resiste mocosa... por favor... te amo...—reconocía esa voz, era su ángel. Quería decirle que estaba bien si ella moría, todo al final siempre fue parte de algún plan. Sin importar como pasaran las cosas ella sabía que tenía que morir, Vladimir buscaba su alma, y darla en lugar de Steven era una buena forma de terminar.

No se puede tener todo en la vida, pero siempre se puede jugar con las cartas que le tocaban...

Como un gusano que escurga en el interior de una manzana, sintió como un doloroso recorrido lleno de ira y violencia carraspeaba en su cabeza. La agonía se apoderó de nuevo de todo su ser. Aquella obra oscura del otro ángel, mostraba un infierno personal para la castaña que trataba de aferrarse al dolor latente, para no perder la vida que le quedaba.

Un segundo más con aquel olor tan dulce que el infierno se hacía pequeño, quizás sus neuronas morían poco a poco, pero quería guardar en su cerebro la fragancia de Steven.

—Tiene que salvarla... por favor...— suplicó el ángel, o eso es lo que ella creyó escuchar. El olor a desinfectante atacó su desprevenida nariz, quien se aferraba a Steven, con la misma violencia que se apoderó el nuevo aroma, indicaba el lugar en que se encontraba.

De nuevo en un "hospital." Sonrió sin que nadie lo notara, y sin que sus labios se movieran. Su historia comenzó en aquel mismo hospital, del que; si su nariz no la engañaba seria el mismo en el que terminaría su vida.

Se acostumbró al dolor conforme avanzó el tiempo, era más como una leve quemazón que consumía poco a poco su ser. Entre su dolor escuchaba como los doctores mencionaban términos que ella conocía, hemorragia interna, costilla fracturada, era como si el accidente y el salto de la construcción colapsaran al mismo tiempo en su cuerpo.

Luchaban por salvar su vida, con la misma intensidad que Anna se aferraba a esta. Pasaron unas cuatro horas cuando finalmente el dolor iba disminuyendo, hasta convertirse en un hilo delgado y pasajero.

Las voces que se escucharon en su habitación se transformaron en eco vacío acompañado de lamentos.

—Quédate conmigo, por favor... quédate... te amo...— susurró el ángel en su odio, sujeto la mano de la menor brindándole algo de calidez.

Recordó en ese momento que talvez, y solo talvez si ella vivía entonces Vladimir vendría por Steven, aquello le dolió más que cualquier herida o quemazón que su cuerpo le proporcionara, no iba a dejar que eso pasara, por lo que se entregó al dolor con una sonrisa dibujada en el rostro. La bruma la rodeó de golpe y antes que pudiera arrepentirse de su decisión perdió el conocimiento.

Ángel  "Un beso silencioso"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora