Capítulo 18: Steven

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Cuando Anna cumplió seis años de edad comprendió muchas cosas acerca de la vida, si quería algo tenía que esforzarse para conseguirlo.

Evelyn Martin nunca le gustaron los animales, incluso no le gustaban los niños. El ángel comprendió eso cuando su pupila apenas era una recién nacida. Como todo bebé lloraba por hambre, frio e incluso conociendo a la menor <<por llamar la atención>>

Thomas Martín su padre trabajaba demasiado para poder darles todo lo que tenían, así que pasaba poco tiempo en la casa, pero cuando llegaba a su morada hacia que los minutos con su hija fueran los más preciados.

El ángel arrullaba a la menor, jugaba con ella y le hacía compañía en aquel frio cuarto. En ese tiempo cada bebé puede ver a su ángel guardián, aún son pedazos de cielo que llegan a este mundo, su inocencia les permite ver todo lo que los mayores desconocen, u olvidan.

Cuando la pequeña Anna sonreía sin razón alguna, era porque una versión más joven de Steven jugaba con ella.

—Escuchen parásitos. — dice la oficial desde el pizarrón. — estos son los deberes. — señala. — háganlos ahora.

Todas comienzan a rascarse la cabeza al ver los problemas de álgebra, la menor algo aburrida apunta cada ejercicio y comienza a desarrollarlos.

¡Eres brillante mocosa, y lo sabes! piensa el ángel.

Nunca fue nada gratis para Anna, mientras trataba de ganarse una beca para la universidad trabajaba en la tienda de animales. Tenía un objetivo y lo cumplía. Ella siempre fue fuerte, y él lo sabía.

Todas sus amigas tenían cachorros, así que, como todo niño a esa edad, ella suplico a sus padres por uno. Evelyn prohibió rotundamente la entrada de un perro a su casa, pero su padre le compró un hermoso canario amarillo.

Aquella ave cantaba cada vez que Steven sonreía, los tres pasaban tiempo en su habitación enseñándole trucos aquella mascota.

—Termine. — expresa la menor.

—Creo que están malos. — se burla el moreno.

—Revísalos así nos vamos del salón. — propone moviendo el cuaderno hasta la vista de su guardián. — No sabía que eras bueno en álgebra. — duda ella.

—No soy bueno. — responde monótonamente. — soy experto.

Ambos sueltan una risa picara, lo cual la oficial se percata de aquello.

¿Qué es tan gracioso Elizabeth? Chilló llamando la atención de todos, como si disfrutara hacer sufrir a sus alumnos, en poco tiempo el moreno comprendió que ese lugar era como una verdadera prisión, llena de secretos engaños, y sobretodo traiciones, tanteo a la castaña aruñando frases como: ¿Los ejercicios son demasiado fáciles para ti? O no tienes ni idea de cómo hacerlos, se burlaba cuestionando la inteligencia de la menor, mientras ella estudiaba clases avanzadas antes de perder el control, en el reclusorio la trataban como retrasada.

—Son demasiado fáciles para mí. — se levanta de su silla y le coloca el cuaderno en el escritorio. Aquella mujer rizó el ceño y comienza a revisar de forma despiadada, después de colocar una "A" por todos los ejercicios, la interpelada no espera una segunda orden y sale del salón dándole la espalda aquella mujer de gesto torcido.

La oficial tenía la sonrisa marcada en su rostro, la mayoría de sus estudiantes no quería estudiar, y las que querían; no se esforzaban lo suficiente. Al fin podía disfrutar revisar las tareas de alguien.

Steven visualiza hasta las ventanas del salón, la vista hacia el área de agricultura era hermosa. Recordó como Anna se le olvidó dar la comida al canario, de pronto el ave enfermó, pero no era nada grave estaba seguro que con algunas medicinas este estaría cantando de nuevo.

Ángel  &quot;Un beso silencioso&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora