Capitulo 9

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Seduce mi mente y mi alma entonces podrás tener mi cuerpo

Un beso tan ardiente y apasionada que me dejó jadeando y sin respiración.

Acaso es real lo que mis oídos escucharon. Serás mi mujer.

El león de verdad que estaba loco y estaba jugando con mi cordura, intentando corromper mi poco juicio. ¿Acaso estaba drogado? No creo que alguien te golpeé hasta el punto de dejarte inconsciente y luego te declaré sus intenciones de poseerte o algo así.

Lo solté como si quemara. Este hombre cree que me derretirá con esas palabras.

—¿Estás drogado? — Pregunté ya me era costumbre tratar con sus cambios drásticos de humor.

—Si, tú eres mi droga—contestó pícaramente, lo ignoré y salí del local siempre se mantuvo detrás de mi.
Fue ahí cuándo entendí que solo estaba jugando con mis sentimientos.

Crees que el te querrá

—No quiero que me molestes. Déjame en paz, tus malditas bromas de mal gusto no me dan risa. ¿Quieres que te pague siendo tu estúpida sirvienta? Lo haré solo esperó que ya no me molestes.

Me cruce de brazos inconscientemente, el dirigió su mirada a mis pechos.

—Mmmh... —Se relamió sus labios—Permíteme decirte algo, aquí el único que da ordenes soy yo, además te tendré hasta que deseé, reparar mi auto me costará muchos de dinero.

Serás gilipollas.

Tomó mi mano y me dirigió hacia la parte trasera de el club.
Dónde se encontraba un único vehículo color plata.

Dios, un hermoso Audi.

—Acaso, eres un narco—Solté sin pensar.
Me di una patada mental.
Alex, por dios puedes callarte.

Por suerte solo escuché una ronca risa.
—No, estoy en esa mierda, nena.

Sacó las llaves del auto y este se desbloqueó.
Procedí a subirme en el copiloto.
El ya estaba cómodo su asiento.
—¿Estás de acuerdo en ir a la casa de un extraño?

—Estoy obligada.

—Claro, nena. —Encendió el vehículo y comenzó a introducirse en la carretera.

Observé el espejo lateral del auto, noté una camioneta negra, no le preste atención, porque claramente las calles son libres y toda persona puede transitar como le plazca. Sin embargo, giramos en una autopista, un tanto desierta, con grandes mansiones y esta todavía estaba detrás de nosotros.

Me alarmé.
—Creo que nos están siguiendo—Dije nerviosa y mordí mis labios.

—¿Por qué lo haces? —Su voz se volvió profunda y gruesa.

Su pregunta me desconcertó, no estoy haciendo nada, miré mi cuerpo y lucía normal.

Por un segundo me quede plasmada observando su rostro.
Era un hombre hermoso con ojos verdosos y rasgos fuerte, sus labios eran bellos dignos de adorar.

Comence a sentir unas pulsaciones en mi parte inferior. Cruce las piernas, intentado hacer que el dolor se disipara.
Tan besable y tan....¡Para!
Recuerda quién es el enemigo.

—Tu boca dice que quieres alejarte de mi, pero tu cuerpo dice lo contrario— Exclamó con voz profunda y ronca.

Mi boca formo un gran círculo, este hombre estaba loco. Estaba a punto de responderle cuando me interrumpió.

—Acaso crees que no he notado que no dejas de mover tus piernas y frotar tus manos en tus muslos, estás excitada y estoy seguro cómo el infierno que quiero ayudarte.

Estaba en shock como podía decirme esas cosas sin tener ni el mínimo pudor.
Este hombre me esta volviendo loca.

—Son mis hombres cariño, el jefe no puede salir sin vigilancia.


—Limpia allí.

Exclamó por quincuagésimas vez, estaba tratando de limpiar algo que estaba completamente impecable.

Desde hace una hora que estoy aquí y en el primer instante que pisé el enorme edificio de los Nomads York sospeché que iba a hacer un trabajo duro, es que era un edificio de quince pisos, ademas, gigante aterraba.

Me subió al piso quince que al parecer era el suyo, era malditamente amplio parecía un hotel de lujos y estaba muy limpio, demasiado.
Le pregunté que diablo quería, me respondió con un simple "Que trabajes".

El muy hijo de puta, me tenía barriéndo algo, que no existía.
No había trastes sucios, pero, solo para molestarme invitó a unos hombres que había puesto la cocina, como un chiquero mientras ellos estaban en la sala, me encontraba tratando de limpiar el condenado desastre.

—Ya te he oído.

Le mostré una esponja y me dirigí a limpiar donde me había ordenado.

—Esa mancha.
Señaló con el dedo hacia el piso donde brillaba de limpio.
Busqué y no encontré nada sucio.
¡Rayos! me estaba haciendo este trabajo mas difícil de la cuenta.

Recordé algo
—Mi mamá me lo advirtió—Dije en voz alta para mi misma—No te mezcles con cocainómanos y menos si están loco.

De repente sentí un empujó que guió mi cuerpo incocientemente hacia la pared.
Seguido de un cuerpo que me aprisionó.

Abrí de golpe los ojos por el asombro, pero no me soltó.
Luché contra el, pero seguía sin soltarme.
—Te encanta jugar con fuego, Alex—Sentí su aliento con olor alcohol en mis labios, era agradable.
¿A quién engañas?
Era excitante y delicioso.

—Bésame. —Sugirió

Tomé la decisión, solamente viviría una vez y la verdad es que este momento me encantaría disfrutarlo con un sexy chico malo dispuesto.

Lo besé sin pensarlo dos veces, tomé su cara entre mis manos y lo empujé hacía mi.
El me colocó su mano en mis piernas y me impulsó para que las envolviera alrededor de su cadera.

—Jefe... —escuché a alguien.

El León gruño y separo su boca de la mía.
—Espero que sea malditamente importante—Dijo ronco con voz malhumorada.

—Ronny está herida.— me dejó caer de repente.
Por suerte el aterrizaje no fue tan doloroso.
Hijo de puta.
—Lleva a Alex a su casa —Sin decir más se largo.

—¡Idiota!

Vociferé con la intención de que el me escuchara.
La idiota eres tú por creer que le interesadas.

.

El hombre me llevó a casa no me dirigió la palabra, solo miradas fulminantes.
Sentada en mi cama a punto de dormir, me reclamé mil veces lo estúpida que fui.

León (Sons of Delvilry  #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora