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- ¡Maldición!- exclamó Leif. Corrió tras de mí. Pero, para cuando quiso alcanzarme, yo ya estaba muy lejos. El chico dio una patada al carromato, soltó al caballo y se montó en su grupa-. ¡HYAH! ¡HYAH!- lo espoleó, y el animal galopó a una velocidad de vértigo-. Tienes que ir lo más rápido que puedas, Equus. Vamos, amigo- susurró Leif en el oído del caballo y, agarró con fuerza las crines entre sus manos. "Sólo espero llegar a tiempo, Arie..." se dijo.

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- ¡Eh! ¿Alguien puede ayudarme?- llamé desde el otro lado de la fosa, a los guardias que custodiaban la entrada al castillo de Estocolmo-. He de hablar con Lord Erwin- hacía tres días que había escapado de Olaf... Leif... Quien quisiera que fuese aquel impostor. Y, gracias a mi buen sentido de la orientación, había logrado llegar hasta Estocolmo, que no quedaba tan lejos de donde yo había huido.

- ¿Quién eres?- preguntó uno de los guardias. Me quité la capucha, mostrándome.

- Soy Arie Fleury. Su sobrino- los dos soldados se miraron y, poco después, me abrieron las puertas del castillo. 

- Acompañadme, por favor, alteza- el hombre me habló sin mirarme a los ojos-. el conde os espera- extendió la mano en un ademán y yo anduve orgulloso en pos suya. Nuestros pasos nos condujeron a un gran salón, en el que mi tío comía una pata de cordero, acompañada por una copa de vino tinto.

- ¿Qué es esto?- exclamó el hombre, de mediana edad, ofendido-. ¿Quién osa interrumpir mi cena?- el soldado me indicó que aguardase y entró en la sala.

- Milord, el príncipe Arie, de Alvheim- Lord Erwin dejó caer el trozo de carne asada sobre el plato, groseramente.

- Pues, hazlo pasar de inmediato- ordenó. El soldado se giró hacia mí,  y yo entré en el salón con paso firme. Mi tío ni siquiera se dignó a levantarse. Lo cual hubiese considerado una terrible falta de respeto en otras circunstancias. Él era un duque. Yo era un príncipe. Más Lord Erwin tan sólo se repantingó en su silla de madera, bellamente tallada y entrelazó las manos sobre su barriga prominente-. ¡Sobrino! 

- Tío- saludé, con sequedad-. ¿Vas a ofrecerme un sitio?- mi tío apretó la mandíbula, mordiéndose la lengua antes de hablar.

- Por supuesto- extendió su mano-. toma asiento a mi vera, Arie- pidió, pero yo me dejé caer sobre la silla más separada de su presencia-. Eskol- llamó al soldado que antes me había acompañado-. di a los cocineros que preparen algo de cenar a nuestro invitado- fue visto y no visto. A los pocos minutos, tenía frente a mí un cuenco con sabrosa sopa y un pedazo de pan moreno. Era la comida más humilde que nunca había comido, pero estaba caliente y me asentó el estómago. Lo cual agradecí.

- Gracias...- el duque ignoró mis palabras y, se dedicó a mirarme largamente.

- ¿Dónde has estado chico? Después de todo lo que ha pasado, deberías haber acudido a mí sin demora- dejé la cuchara sobre la mesa con suavidad y me limpié las comisuras de los labios con la servilleta de seda.

- Tío, creía saber que fuiste comunicado acerca de mi secuestro- Lord Erwin sonrió.

- ¡oh! Iluso de mí. Es cierto- se dio una palmada en la frente, fingiendo sorpresa-. Me dijeron que debía entregar la cabeza de mi bastardo a cambio de ti, si no me equivoco- el duque de Estocolmo me miró con diversión.

- ¿Dónde está Isak ahora?- Erwin se encogió de hombros, haciendo una mueca.

- Andará por ahí... Y, dime, Arie. ¿Cómo has logrado escapar? ¿Mataste a tu captor?

- No. Yo...lo engañé y huí- bebí un poco más de sopa-. Me dijo tonterías sin sentido y...

- ¿Qué quieres decir con eso?- parpadeé.

- Dijo que era mi hermano...- mis palabras fueron interrumpidas cuando mi tío clavó el cuchillo de trinchar en la mesa de madera. Di un brinco y, lo miré algo asustado.

- Dime...Arie- balbuceó Lord Erwin-. ¿Hablamos de un muchacho alto, de cabellos blancos y ojos del azul del aguamarina? ¿...De unos diecinueve años?

- Yo...eh...¿s-sí?- tartamudeé. Estaba agarrando los bordes de la mesa sin darme cuenta, y con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos. Mi tío se había puesto más rojo que una cereza.

- ¡ESKOL!- gritó con fuerza. El soldado de antes volvió a hacer aparición.

- ¿Llamáis, milord?- hizo una reverencia. El duque se levantó, iracundo y caminó hasta él.

- Hace siete años os ordené matar a Leifrerin Fleury, ¿¡¿¡más sé ahora que está vivo y capaz de iniciar una rebelión contra mí!!??- el soldado agachó la cabeza, como avergonzado.
Yo me levanté de la mesa, incrédulo ante las palabras de mi tío.

- Se escapó de entre nuestras manos, milord- se excusó el soldado.

- ¿...Mandaste matar a mi hermano?- pregunté, desenvainando a Hlökk. Lord Erwin se giró hacia mí, quizás percatándose entonces de su error.

- Arie...- comenzó-. Sobrino...- le apunte con la espada cuando trató de acercarse a mi.

- ¿Fuiste tú el responsable de la muerte de mis padres?- exigí saber. El gesto nervioso de Erwin se tornó una mueca de pura maldad.

- Matadle- dijo. Los ocho guardias que custodiaban las puertas desenvainaron sus sables y se abalanzaron sobre mi -un niño de trece años- sin apenas darme tiempo a reaccionar. Me agaché para evitar que me rebajaran la garganta y eché a correr hacia la puerta, como alma que lleva el diablo-. ¡QUE NO ESCAPE! ¡MATADLE!

Las lágrimas me inundaron los ojos, sin llegar a resbalar por mis mejillas. Ahora estaba mucho más solo que antes. Pasé por debajo de las piernas de un guardia y atravesé las puerta del castillo. Corrí, corrí, corrí. Pero, podía oír a los jinetes detrás de mí.

Yo era rápido, pero no tardaría en quedar exhausto. Fue entonces cuando algo me agarró de la capa y me elevó en el aire. Otro jinete. Me montó en su caballo, con las cabeza mirando al suelo. Grité y pataleé.

- ¡SUÉLTAME!- mordí una de las piernas del individuo.

- ¡Ah! ¡TE ESTOY RESCATANDO! ¡MUESTRA ALGO DE GRATITUD!- esa voz me era familiar. Era él.

- ¡Leifrerin!- exclamé, súbita y extrañamente aliviado por su repentina aparición.

- ¡Es Leif!- me corrigió-. Y, ahora estate quieto. Hemos de escapar- sus ojos brillaron con determinación y espoleó al caballo, con fiereza.

Wandering HeirWhere stories live. Discover now