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- ¿Qué es este sitio?- miré a nuestro alrededor. Estábamos en lo que parecía una aldea abandonada. Fantasmagórica incluso. No había un alma, y tampoco se veían salvo casuchas desvencijadas y ovejas pastando en la hierba seca. Salté del caballo:

- ¿A dónde te crees que vas?- Leif se apartó el cabello blanco de la cara, con un gesto.

- A buscar un caballo para mí. No pienso ir a agarrado a tu cintura cada día.

- No te alejes-puse los ojos en blanco y entré en uno de los establos. Había varios caballos, pero la mayoría eran de tiro. Sin embargo, había una excepción. Se trataba de un semental gris pedregoso, de noble porte. Al verme, relinchó asustado. Me acerqué a él y le hablé con calma.

- Tranquilo...- extendí las manos hacia él-. tranquilo, amigo...- le acaricié el hocico y él resopló. Abrí la portezuela del establo y saqué al animal de las riendas. Más, algo llamó mi atención. El pelaje del caballo estaba manchado... Parecía sangre. Pero, él no parecía herido. Aparté un poco al hermoso semental y entonces lo vi. Escondidos entre la paja había varios cadáveres. Me llevé la mano a la boca, conteniendo una arcada. Parecía una familia. Un hombre y una mujer adultos y dos niños pequeños. Me agaché a comprobar si por algún casual alguno de ellos estaría vivo, pero, no. 

A juzgar por la sangre fresca y la ausencia de hedor e insectos, habían muerto hacía poco tiempo. Lo que significaba que los asesinos no se habían ido muy lejos... O que aún seguían allí.

Me monté en el caballo y salí del establo, a gran velocidad.

- ¡Leif- llamé al muchacho, que salió de detrás de una choza no muy lejos.

- ¿Qué ocurre?

- ¡Ha sido una masacre! Tenemos que...- algo silbó en el aire, como un ave precipitándose sobre su presa.

- ¡AGH!- Leif soltó un grito de dolor-. Vamos, A-Arie...Corre- lo miré, preocupado-. ¡Vamos!- me chilló y, al fin reaccioné, espoleando a mi  montura. Miré hacia atrás. Mi hermano cabalgaba tras de mí, casi tumbado sobre Equus, y una flecha atravesaba su hombro. Allá en el pueblo, pude ver a varios individuos, con arcos en sus manos y cubiertos de sangre por toda su anatomía. No iba a dejar que me mataran.

- ¡HYAH!- no miré más hacia atrás hasta que estuve totalmente seguro de que no nos seguían-. Sooo...- el ceniciento caballo se detuvo, soltado un resoplido, y yo le palmeé el cuello, amistosamente. No había ni rastro de Leif-. ¿Leif?- lo llamé, pero no hubo respuesta, así que fui en su busca, volviendo sobre mis pasos.

Aunque... Pensándolo mejor, si lo dejaba morir, podría ser rey. Yo no sería responsable de su muerte y tampoco sería recordado por nadie, de todas formas.

No. No podía abandonarlo sin más. Era la única familia que me quedaba... Al llegar al límite del bosque, pude ver al caballo pardo de Leif. Él no estaba encima. 

- ¡LEIF!- grité su nombre, mientras me bajaba del caballo y corrí, buscándolo-. ¡¡Leif!!- algo se me enredó en el pie y tropecé, cayendo de bruces al suelo.  Escupí algo de tierra y fui a incorporarme, pero alguien me agarró del brazo, impidiéndomelo.

Era Leif. Tenía el pálido rostro, manchado de barro, y la mano, presionada en el hombro, lleno de sangre.

- Arie...tienes que huir...

- No, Leif- negué con la cabeza-. Te voy a ayudar... Levántate- cogí su mano y tiré de él para que se incorporase. Él ahogó un grito.

- ¿Es q-que no me oyes? ¡Ya...vienen! Debes irte...

- ¡No pienso abandonarte!- exclamé, con los ojos llenos de lágrimas. No quería quedarme sólo de nuevo. Era un niño... Leif sonrió con dificultad. 

- Una rasguño no me matará, leoncito...- me llamó, pese a que sabía que detestaba aquel apodo.

- ¡Los caballos están ahí!- exclamó alguien a escasos metros de nosotros. 

- Arie... ¡CORRE!- Leif me dio un fuerte empujón, medio incorporándose, para luego dejarse caer con la mandíbula apretada por el dolor.  Salí corriendo y me monté en el caballo de un salto.

- ¡EH! ¡ESTÁ AHÍ! ¡DETENEDLO!- gritó uno. Me di la vuelta, y los vi. Eran soldados de mi tío. Espoleé a mi montura y eché un último vistazo atrás. donde los hombres arrastraban ahora a mi hermano a uno de sus caballos.

- Adiós, hermano- me despedí, acongojado y me alejé de allí, como alma que lleva el diablo.

Wandering HeirWhere stories live. Discover now