- ¡Altessa! Avisto al rey- avisó uno de los soldados que iba delante de nosotros. Apreté el paso.
- Voy a cantarle las cuarenta a ese...- murmuré para mí mismo.
///////////////////////////////////////////
Leif se llevó las manos a la cabeza, levantándose del sillón en el que estaba. El dolor sólo iba a más. Y, el joven rey comenzaba a preguntarse si de verdad merecía la pena aguantar a duras penas el tiempo que le quedaba. Volvió a sentarse y hundió la cara en las rodillas. Tosió compulsivamente, hasta que la sangre manchó su capa "azul real". Se la quitó y la lanzó a la cama:
- ¡Mehestáh! El prínssipe...
- H-Hazlo pasar- Leif se quitó el sudor de la frente y respiro hondo varias veces, para calmarse. Pero, el dolor que sentía era demasiado grande. Entonces entré yo, echo una furia; y, sin cortarme un pelo, zarandeé a mi hermano, agarrándolo de su bonita casaca roja.
- ¡Me has abandonado! ¡Puede que seas el rey, pero no tienes derecho a utilizarme como a un juguete!- le grité, presa de la ira. Leif cerró los ojos. Lo solté bruscamente y él se quedó ahí, inmóvil y enfermizamente pálido.
- Tienes razón, Arie...lo siento- se disculpó, para mi sorpresa. Seguidamente, hizo ademán de ir a dar un paso y cayó cuan largo era al suelo.
- ¡Leif!- grité, al ver que no se movía. Me tiré al suelo y lo recogí en mis brazos. Su pulso era preocupantemente débil, y tenía fiebre-. Leif, despierta- le pedí-. Leif, a-abre los ojos- lo sacudí suavemente, pero él no respondía. Asustado, corrí fuera de la tienda, casi tropezándome-. ¡Ayuda!- fui en busca del galeno. No me costó mucho encontrarlo. En cuanto me vio, hizo una inclinación.
- ¿Qué os ocurre, alteza? ¿Acaso os sentís mal?
- ¡NO! Es el rey... ¡Se ha desmayado y no despierta!- el reconocimiento brilló en los ojos del anciano.
- Llevadme con él- corrimos de vuelta a la tienda de mi hermano, que aún yacía inmóvil en el suelo. El galeno me indicó que me quedara a una distancia prudecial. Cosa que no comprendí, pero obedecí. Después, el anciano se agachó a su lado y le dio unas palmaditas en la cara-. Majestad- lo llamó, mientras acercaba un botecito a su nariz. Leif parpadeó, recobrando poco a poco el color de las mejillas. Suspiré, aliviado y me acerqué a él, incorporándolo un poco.
- Te debo una, anciano- agradecí, pero él no me hizo caso.
- Vamos a levantarlo- dijo. Y, a la de tres, pusimos en pie al muchacho de pelo blanco y lo llevamos hasta la cama. Me senté a su lado, rodeando sus hombros con mis brazos, para evitar que se venciera por el mareo-. Debéis descansar, majestad- el hombre habló amablemente, pero con seriedad. Leif temblaba, presa de la fiebre.
Tenía el cabello revuelto, y los ojos vidriosos. Le abrí la chaqueta y la camisa para que le bajase la temperatura. Él aún no había dicho palabra. Se tumbó en la cama, en posición fetal y yo llevé aparte al galeno.
- ¿Qué es lo que le pasa? ¿Está enfermo?- quise saber, preocupado por el frágil estado de mi hermano mayor. El anciano negó con la cabeza.
- ...No temáis, alteza. El rey está exhausto por el viaje, el estrés de la guerra que se avecina y... Todo lo demás- aseguró, aunque no parecía muy convencido-. Sólo necesita descansar. Yo cuidaré de él- suspiré.
- Está bien...
//////////////////////////////////////////////
SE QUE ES CORTO PERO OS AGUANTÁIS. LOF.

YOU ARE READING
Wandering Heir
Ficción históricaA todos los rubios del planeta. Sois una bendición. Arie. Ese era su nombre. Fleury era el de su familia. Un príncipe sin hogar. Un rey sin corona. Un hermano sin su hermano. Una historia de las nunca olvidadas, más nunca contadas. La del príncipe A...