Paramos en un claro. Me bajé del caballo y me tumbé en el suelo, mareado y con las costillas doloridas. Leif desmontó con un gesto de dolor. Tenía las palmas de las manos llenas de sangre y rozaduras por agarrar las crines de Equus con tanta fuerza:
- ¿Estás bien? ¿Te han herido?- me preguntó.
- ¿Ahora te preocupas por mí?- le piqué. Él soltó un bufido, y me miró con enfado-. ... No. Aparte del orgullo, no me han herido en nada más- respondí, con la boca pastosa.
- Ahora que te has escapado, te perseguirá durante día y noche hasta que te mate...
- Y a tí también- murmuré, y Leif se detuvo en seco.
- ¿...Qué?
- Le dije que tú me habías secuestrado y se puso como una furia- los azules ojos del muchacho, brillaron iracundos.
- ¡Lord Erwin me creía muerto! ¡Y, esa era la única forma de libertad que he conocido en mi vida!- gritó-. niñato estúpido... Debería haber dejado que te cogieran los jinetes- tragué saliva.
- Bueno, confiaba en que me protegería...
- ¡TE DIJE QUÉ CLASE DE MONSTRUO ERA! Por Odín, Arie. Tú y los de tu calaña sois estúpidos hasta la médula- me sonrojé de vergüenza y me levanté.
- Primero. Según sé, tú eres de la misma calaña que yo, así que habla por tí mismo; segundo, a tí apenas te conozco y él ha ido a todos mis cumpleaños. Además, ¡me secuestraste! ¡¿En quién iba a confiar!?- exclamé, enfadado, cruzándome de brazos-. Y, tercero. Deberías controlar tu genio. Hasta donde alcanzo a comprender, tú ya no eres el príncipe de Alvheim, pues no fuiste coronado, y yo sí. Yo soy el príncipe de Alvheim. ¡Así que, me debes un respeto! Tú sólo eres un plebeyo estúpido e incomprendido- las manos de Leif temblaron y se puso rojísimo. Se estaba planteando las peores y más originales maneras de matarme, y yo lo sabía. Pero, logró controlarse.
- Esa lengua que tienes te traerá problemas, leoncito- se cruzó de brazos, evaluándome.
- Llámame leoncito de nuevo y el que tendrá problemas serás tú- le amenacé, pero él sólo soltó una carcajada.
- Yo no voy a renunciar al trono, Arie. Es mío por nacimiento. Tienes razón, tú eres un príncipe. Pero, nuestros padres están muertos. Y, eso me convierte a mí en el rey- abrí la boca para responderle algo, pero no me salieron las palabras-. No tengo tiempo para tus berrinches infantiles, hermanito. Tengo la edad para reinar, y lucharé por lo que es mío. Así que o estás conmigo o estás contra mí- ambos nos miramos largo y tendido. Retándonos. Pero, había de admitir que hablaba la verdad. Yo no tenía la edad para reinar. Y, prefería no tener a mi hermano de enemigo. No cuando era la única familia que me quedaba. Conseguiría el trono de una u otra manera. Ya iría planeándolo.
- ...Está bien. Tú ganas- cedí. Leif entrecerró los ojos. Sabía con certeza que no confiaba en mí al cien por cien.
- De acuerdo, pues. Caso cerrado. Vayámonos de aquí antes de que los sabuesos de Lord Erwin nos den caza- me subí en el caballo tras él, agarrándome a su espalda.
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Wandering Heir
Historical FictionA todos los rubios del planeta. Sois una bendición. Arie. Ese era su nombre. Fleury era el de su familia. Un príncipe sin hogar. Un rey sin corona. Un hermano sin su hermano. Una historia de las nunca olvidadas, más nunca contadas. La del príncipe A...