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- Llevamos más de un mes... ¿No vas a soltarme?- Iwell me habló desde su caballo, poniéndome ojitos tiernos. Lo ignoré-. Vamos, no voy a escaparme...

- Si sigues hablando irás andando atado a mi caballo el resto del camino ¿Te apetece?- fruncí los labios en una cruel sonrisa. Él cayó durante un momento, tras exhalar un largo suspiro.

- No lo harías- dictaminó. Me hirvió la sangre en las venas e intercepté su caballo con el mío.

- Da gracias de que no te mate. No me provoques, bastardo- lo miré intensamente, con todo el odio que pude, pero su orgullosa pose no se amedrentó un ápice.

- Este viaje es peor tortura que la muerte...

- Cierra esa boca o te la cerraré Yo- exclamé. Leif nos miraba algo apartado, aguantándose la risa. Iwell sonrió de medio lado y parpadeó seductoramente.

- Oh, hacedlo, alteza; os lo suplico- puso una voz muy aguda y miró al infinito soñadoramente. Fui a pegarle, pero, en un intento por evitar mi bofetada, cayó del caballo y rodó por la pendiente que se extendía a nuestra derecha. No era muy empinada, pero aún así era bastante profunda. Me bajé de Ädel y desenvainé a Hlökk.

- Leif, espera aquí- él asintió, algo molesto. Bajé de medio lado la cuesta. Iwell yacía en el fondo, inmóvil. Por un momento, el corazón se me subió a la garganta y corrí hacia él, para tumbarlo de espaldas.

- ¿I-Iwell?- lo llamé. Sus ojos estaban cerrados y tenía una brecha en la frente. Dejé la espada a un lado y me incliné sobre su pecho para sentir su respiración y los latidos de su corazón. Gran error.

Una rodilla se estrelló contra mi entrepierna con terrible fuerza, dejándome sin respiración. Me desplomé, llevándome las manos a la zona herida y con la mirada emborronada por el horrible dolor. Apenas sentí las manos de Iwell, ahora libres, alrededor de mi pescuezo.
Se subió sobre mí y sujetó mis manos con las suyas sobre mi cabeza.

- Eso debe de doler, ¿eh, leoncito?- habló con ironía, mientras yo, aturdido, respiraba trabajosamente. La mano de Iwell bajó hasta mi pantalón, dónde apretó mi zona más sensible, haciéndome soltar un jadeo-. Oí tu conversación con Leif...- me maldije a mí mismo. Por supuesto que la había oído. Ahora se aprovecharía de ello. Maldito...-. ¿Es eso lo que sientes hacia mi persona?- su voz era peligrosa, resonando en mi oído, como terciopelo.

- N-No...me toques...- le advertí, con un timbre de voz, humillantemente agudo.

- Oh, ¿Qué me harás si lo hago?- provocó, respirando sobre mi rostro, con una arrebatadora sonrisa. Sus labios estaban a escasos centímetros de los míos. Tragué saliva. Su aliento caliente nubló mis sentidos ya nublados. Sus manos sujetaban con fuerza las mías.

- ¡Arie!- una voz me llamó e Iwell salió despedido hacia atrás. Me medio incorporé con la respiración sumamente agitada y me apoyé en un árbol. Iwell ya había sido agarrado, pero no por Leif. Sino por dos hombres robustos y grandes. Miré a mi hermano, que se acercó a mí con preocupación. Me apoyé en él-. ¿Ese malnacido te ha herido?- sacudí la cabeza, pero esta comenzó a darme vueltas como una noria. Un golpe ahí te deja para el arrastre.

- Estoy algo...mareado...- una rara sensación me recorrió. Como si toda la sangre bajara de sopetón a mis pies. Me desmayé.

- ¡Arie!- exclamó Leif, sosteniéndome al caer desvanecido. Se giró hacia Iwell, mirándolo con odio-. Bastardo, ¿Qué le has hecho?- el muchacho se revolvió, pero eso no evitó que esbozara una sonrisilla.

- Digamos que sé dónde golpear...- miró a Leif con superioridad. Él me dejó suavemente en el suelo y caminó hasta donde el persa estaba, sujeto por los hombres grandotes. Un puñetazo brutal voló hacia su sien, dejándolo fuera de combate en un instante.

- Yo también sé- Leif sacudió el puño entumecido-. Lleváoslo- ordenó. Los dos hombres hicieron una leve inclinación de cabeza y arrastraron al chico pendiente arriba.

Wandering HeirWhere stories live. Discover now