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- Recuerdo que me dijo: "Han pasado ya siete años, tiene la edad para pensar que puede tomarse la justicia por su mano"...- Iwell se montó en su recién adquirido caballo negro y me siguió el paso. Llevaba todo el día hablando sin parar.

- ... Apasionante- respondí, con sorna y una arrebatadora sonrisa en los labios.

- Calla. Estoy hablando- me cortó y, yo solté un gruñido gutural-. El caso es que...le dije que quizás se equivocaba y eras un chico maduro y discreto, pero ya veo que no.

- Así que, lo que me dices es que soy...- puse cara de estar reflexionando-. ...un crío estúpido, pasional e impulsivo.

- B-Bueno, no he ido a insultarte, tampoco- se excusó.

- Ah, ya...- Sonreí. Iba a seguir la cháchara, cuando llegó a mis oídos un grito estremecedor. Busqué el origen del sonido con la mirada-. ¿Has oído eso? ¡Alguien está en peligro!- espoleé a Ädel.
- ¡Arie, espera! No podemos perder tiempo con...ah...- suspiró, viendo que no le escuchaba, y me siguió.

Llegamos hasta una pequeña granja. Até al caballo a un árbol y desenvainé a Hlökk, para después, acercarme con sigilo a la casucha. Y, en mal momento pegué la oreja a la puerta, pues un hacha atravesó la madera desde el interior, quedando a unos pocos centímetros de mi rostro.

Se me subió el corazón a la garganta, del susto, pero entré en la granja, armándome de dolor.
Allí, dos hombres apaleaban a un tercero con suma violencia, consiguiendo que me enervara.

- ¡ALTO!- ordené, y los dos hombres se giraron en mi dirección.

- Y, ¿tú quién eres, niñato?- quiso saber uno de ellos. Avancé, impasible hacia él y, con un rápido movimiento de mi espada, le rebané el cuello.

- ¿Has llamado niñato a tu príncipe? Ese es un muy mal comportamiento- le pateé el rostro, viendo como se ahogaba en su propia sangre. Fui a por el otro, pero, este echó a correr y salió de allí como alma que lleva el diablo.

- Eh, ¿Qué ha pasado?- Iwell entró en la cabaña, algo confuso.

- Nunca ayudas- le regañé, sin mirarle, y me acerqué al chico que yacía en el suelo. Tenía la piel oscura, y por alguna razón me resultaba familiar a la vista-. ¿Estás bien?- pregunté, por pura cortesía, pues podía perfectamente ver una estaca de madera clavada en su vientre. El chico me miró, y algo brilló en sus ojos.

- ¿Arie...?- me llamó, y yo lo miré sorprendido.

- ¿Me conoces acaso?- el muchacho moribundo, era algo mayor que yo. Jadeó y apretó los dientes. Seguidamente agarró mi mano con fuerza.

- S-Soy... Isak... Riebr- yo abrí los ojos como platos. Isak. El bastardo de Lord Erwin.

- Mataste a mi familia- siseé, con el odio a flor de piel. Aún así, él me cogió de la capa, acercando su rostro a mi oído.

- N-No fui yo... Mi padre... Yo venía a avisarte de...él.

- ¿A avisarme de quién?- su mirada se enturbió, y pensé que habría muerto, pero aún añadió algo más.

- Él...Iw...- sus ojos se quedaron fijos en algún punto más allá de mí. Me quedé pensativo y solté su mano, que cayó, muerta, como él.

- Arie. Debemos irnos- la voz de Iwell, detrás de mí, me sobresaltó. Me levanté.

- Hemos de darle un funeral digno- hablé y busqué con lo que prender una llama. Hice chocar dos piedras entre sí, varias veces cerca de unas pajas y estas ardieron al fin-. Salgamos de aquí- dije, tosiendo por el humo y las grandes llamas. Abandonamos la granja y proseguimos el viaje a Alvheim sin más demora.
Aún así, lo que mi medio primo había dicho en sus últimos momentos resonó en mi cabeza durante todo el viaje.

Wandering HeirWhere stories live. Discover now