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Salseo is coming. Chananannaa

Estrellé la espada contra el tronco de un árbol. Le había dado ya tantas veces y con tanta fuerza que virutas de corteza y madera estaban esparcidas por doquier. Lancé una nueva estocada, con el pelo pegado a la frente por el sudor:

- Eh, no la toméis con el árbol. Los de su especie son hacedores de vida- una voz dulce como la miel habló tras de mí. Miré de reojo y vi a... ¿Una mujer? Llevaba la armadura de la guardia del sultán, y el cabello largo y rizado del color más negro que hubiese visto. Su rostro, aunque duro, era muy hermoso. Con unos grandes ojos almendrados.

- Eres una mujer...- ella rió sin gracia.

- ¿Os escandaliza? Hay muchas mujeres en la guardia del sultán... En la vuestra ahora- dejé de mirarla, molesto, y golpeé de nuevo el árbol. La madera crujió.

- No es mi ejército. Es del rey- murmuré y volví a golpear.

- Lo he visto...- dijo ella.

- Te habrá encantado ver como me humillaban.

- No importa mi opinión. Pero, lo que habéis hecho ha sido muy valeroso- yo reí y me pasé los dedos por el cabello rubio.

- ¿Valeroso, dices? Lo he hecho para salvar el pellejo- la bella mujer frunció los labios.

- Y, para salvar a ese chico- mi mirada se volvió dura, y descargué mi ira contra el tronco. Un impacto más y el árbol caería-. Os importa...- dedujo, hablando en voz baja-. ¿Por qué?- bajé el arma y la reposé en mi hombro.

- Si te soy sincero, ni siquiera lo sé. Y, ahora, lárgate a contárselo todo a Leif como una perrita faldera- si la chica se ofendió, no lo dio a ver, y eso me cabreó. Pues quería que se fuese-. ¿Estás sorda acaso? Vete.

- Creía que no podíais darme órdenes, pues sólo el rey las da- pinchó, sonriendo de medio lado. Yo la miré, dolido.

- Si fueras un hombre te golpearía.

- Cuán desconsiderado. Si estoy en el ejército es porque puedo venceros perfectamente- se jactó la mujer. Yo enarqué una ceja.

- ...No lo dudo. Pero, jamás golpearía a una mujer- arranqué la espada del tronco y el árbol cayó, obligándonos a ambos a dar un par de pasos atrás-. Llámalo como gustes. No pongo en duda tu destreza en la lucha. Más aún así, no lo haría- ella sonrió.

- Eso os honra. Yo tampoco os golpearía.

- ¿Por qué?

- Porque sois un príncipe. Lo pagaría con mi cabeza- aseguró, y extendió la mano hacia mí-. Samirah Antar- se presentó. Y yo respondí a su apretón con gusto.

- Arie Fleury- dije, y sonreí.

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"Tus ojos son tan negros como la noche
Y, más bellos que el atardecer.
No puedo decir 'te quiero'
Sin por tu vida temer.
Toma mi espada
Y, mátame este día.
Pues, sólo así viviré.
Si sé que habitas por mi marcha.
Feliz, esperándote deambularé..."

La tinta de la pluma se corrió en la última palabra. Guardé la hoja en un cajón de la mesa cuando mi hermano entró en la tienda. Me levanté, mirando en su dirección; y esperé a que hablara. No pasé por alto la corona de oro que lucía sobre la frente. Debía de pesar al menos lo que dos herraduras de caballo. Más la portaba con orgullo y sin esfuerzo aparente.

Wandering HeirWhere stories live. Discover now