So lonely

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But I just can't convince myself
I couldn't live with no one else
And I can only play that part
And sit and nurse my broken heart

Camila
El invierno se hacía sentir a pasos agigantados a través de ese paisaje de nubes coloreadas con la contaminación de las grandes ciudades, la depresión de las personas que vivían en éstas y el frío que azotaba hasta el más mínimo rincón que podía existir en Seattle.

Nunca había sido fanática de las grandes ciudades por la imagen que éstas dejaban bajo el panorama de la rutina diaria en la cuál te insertabas, no obstante, me había acostumbrado a adorar el color gris de la ciudad donde casi siempre llovía, los matices de tristeza que pintaba la ciudad y esas luces parpadiantes de los grandes edificios que sinceramente ya no pensaba en un mejor lugar para seguir viviendo.

Era como si yo misma me hubiera pincelado con los colores del dolor y no quisiera salir de aquellas tonalidades que me daban seguridad. Si cualquier pintor quisiera ponerme en sus bocetos definitivamente marcaría cada una de las zonas oscuras de mi tristeza reflejándolas a través del cansancio de mis párpados que generalmente excusaba con el trabajo pero que realmente eran el cansancio puro de seguir con vida.

Sin embargo, entre esa tarde que se dibujaba con sombras de un invierno profundo y los matices de los atardeceres de la ciudad mi ánimo se encontraba en un estado extraño donde creía que todo podía ser posible, no estaba segura si finalmente el estrés de la rutina se había apoderado de todos mis sentidos ó si realmente estaba encontrándome feliz luego de haber agregado a dos pacientes nuevos a mi conteo mental de vidas, sinceramente no estaba segura de la razón por la cuál una sonrisa de esas que ya ni siquiera recordaba que existían se enmarcó en mis labios asegurándome de que quizás hoy podía ser un buen día.

Suspiré mientras mis manos cansadas buscaban algún tipo de fricción equivalente a construir algún tipo de calor frente al frío que estaba presente en el hospital mientras que el estrés se disfrazaba de satisfacción de sentir el cansancio suficiente para no tener tiempo en pensar más allá de lo requerido.

Siempre había admirado aquel momento  de estrés donde no tenías tiempo más allá que los segundos para pensar en como actuar frente a una emergencia, los segundos necesarios para dar alguna medicación acertada y los pasos requeridos para intentar mantener más vidas en la tierra, quizás esa era la razón por la cuál había cambiado mi residencia en oncología por una permanencia en urgencias. Me animaba el hecho de que jamás eran los mismos pacientes los que se presentaban por lo cuál rara vez lograbas llegar a algo parecido al apego emocional, además de que cualquier turno te ofrecía el momento exacto en donde la adrenalina cubría cada parte de tu ser llevándote a un estado de delirio que siempre comparaba con el estado de euforia que las drogas podían provocar en tu organismo, era una forma fácil para lograr sentir ese cúmulo de emociones que a veces los jóvenes derivaban a solo un estado que podía nacer a través de los químicos potentes que se ofrecían con tanta libertad en los giros que daban la vida en la adolescencia.

Llegué a la residencia sintiendo como mis piernas cansadas pedían algún tipo de descanso que seguramente les ofrecería cuando terminara mi turno y por fin pudiera tomar una ducha para lograr dormir después de un turno de 48 horas.

¿Turno de 48?preguntó April mientras yo asentía suspirando tirando todo mi cuerpo al viejo sillón negro que estaba al lado de las literas apiladas a la ventana, la castaña rió ante eso dejando que su actitud positiva y feliz de siempre se mostrara a flor de piel ¿Adivina que vi hoy?preguntó enarcando la ceja, froté mis párpados intentando pensar en alguna respuesta coherente, no obstante, después de dos días sin pensar nada más que en medicación, en técnicas de reanimación y que tres pacientes no tengan un neumotórax, mi cerebro no fue capaz de sacar algún tipo de hipótesis frente a su pregunta.

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