The night we met

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I am not the only traveler
Who has not repaid his debt
I've been searching for a trail to follow again
Take me back to the night we met.

Maratón 1 de 4

Mayo 1996

Camila

El dolor eterno en mi pecho le hizo compañía a las luces de la calle que se reflejaban de madrugada entre medio de la oscuridad presente a éstas horas. Suspiré sintiendo como las lágrimas iban a ser su típico acto de presencia como lo hacían desde hace un par de semanas pero que me parecían la eternidad misma como si mi cuerpo y mi rostro nunca hayan sentido ningún otro tipo de emoción que no estuviera enfrascada bajo la tristeza ó la resignación de que mi alma estaba completamente destruida como jamás lo había estado.

Me removí en la cama quitando los brazos protectores de Thiago mientras veía con la tristeza entre mis ojos la forma en que él aún seguía intentando ser fuerte a pesar de todo, la forma en que él trataba de consolarme entre sus caricias y como nunca se veía débil frente al dolor que también se cultivaba en su alma era lo que cada noche me torturaba porque él no merecía a alguien tan destrozada como yo.

A pesar de que hace tan solo unas semanas mi rostro dejó de mirarlo con todo el odio de mundo frente a lo sucedido, aún existían retazos de amargura en mi corazón y me dolía aceptar la vida podía ser extinguida en apenas cinco minutos y que jamás volvería a presentarse en nuestras vidas. Suspiré acariciando su cabello revuelto que tanto me recordaba a André y con un par de lágrimas que cayeron en mis mejillas lo dejé solo en la cama mientras mis labios proporcionaban un tímido beso en su frente, sabía a la perfección que él también estaba afectado de sobremanera porque era su hijo también, la razón de su vida y también el dueño de muchas de sus sonrisas desde que se enteró de que estaba embarazada, sin embargo, era distinto el sentimiento que podíamos arropar bajo nuestras almas.

Mientras Thiago intentaba ser fuerte por mí, yo no quería ser fuerte por nadie y solo deseaba que ese dolor en mi pecho se extinguiera algún día aunque supiese que aquel acto de misericordia era imposible. Me levanté de la cama en un intento de que mis pensamientos no fueran los monstruos que me acechaban cada noche y hacían que el sueño no se hiciese presente casi nunca entre el remordimiento de los recuerdos y el dolor que era ya no tenerlo a mi lado.

Fui hacia el baño para mojar mi cara y tener unos momentos de soledad que tanto deseaba con mi esposo en casa eran escasos los momentos en donde podía llorar sola sin tener la presión de querer alejar a todas las personas que nos rodeaban, al menos las personas habían aprendido de que no deseábamos sus condolencias ni menos que nos hablaran de nuestro hijo; nosotros solo queríamos un poco de paz frente a la tormenta que se nos mostraba cada mañana en que el sol tocaba su punto más alto y cada noche donde dormir a nuestro hijo no era parte de nuestro panorama.

Sin embargo, habían momentos en donde me sentía más destrozada de lo normal y uno de ellos fue cuando pude ver como su audífono se encontraba al lado del recipiente donde se ubicaban los cepillos de dientes, mis manos temblaron al encontrar aquello y aunque sabía que no era correcto para mi dolor tomarlo, lo hice sintiendo como mi alma se iba en aquel acto; él había odiado tanto aquel aparato y ahora era una de las pocas cosas que nos quedaban de André.

Sentí como todo mi cuerpo temblaba ante el suave tacto que daba aquel aparato de color piel que André había cambiado hace casi ocho meses porque el suyo ya le quedaba pequeño, la primera vez que le habíamos puesto un audífono tenía un año y medio y fue quizás uno de los momentos más felices que había tenido desde que lo había sentido en mí por primera vez; su enfermedad había deteriorado una parte de su oído en donde producía una hipoacusia leve que poco a poco comenzaba a aumentar mientras sus ataques de vértigo seguían apareciendo constantemente.

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