Just darkness

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Looking from a window above
It's like a story of love
Can you hear me?
Came back only yesterday
I'm moving further away
Want you near me.

Maratón 4 de 4

Camila

Septiembre, 1995

Los rayos del sol comenzaban a invadir las cortinas blancas de mi habitación y buscar mi rostro entre medio de los recuerdos de la noche, de a poco la luz comenzaban a ocupar el día y yo simplemente bufé dándome vuelta a mi sitio en la cama para seguir durmiendo aunque fuese cinco minutos más, sin embargo, aquello fue imposible cuando pude sentir sobre mí un par de ladridos en mi oído y un perro esperando levantarme como lo hacía desde que lo habíamos adoptado hace dos años.

Aún seguía sin perdonar a Thiago por su decisión precipitada de darle una mascota a André, pero tenía que aceptar que ya me había adaptado a Chester y sus saludos húmedos.

—Adivino —dije tomando su rostro entre sus manos —André te dejó dormir en su cama —el golden retrevier simplemente me miró con su rostro adorable y ladró antes de lamerme la cama —Recuérdame porqué aún no me mudo al hospital—sentencié antes de quitar las sábanas de mi cuerpo y finalmente levantarme sintiendo como mi día volvía a comenzar.

Chester comenzó a seguir su cola emocionado mientras yo me dirigía con pasos lentos hacia el baño para poder mojarme la cara, no fui consciente de en que momento el perro desapareció pero si pude notar como después de lavarme los dientes éste me esperaba tranquilo en el marco de la habitación para que jugara con su pelota y se la lanzara.

—André tu perro quiere jugar —grité esperando que ya estuviese levantado para su primer día de colegio, sin embargo, no tuve respuesta alguna por lo cuál me tomé la pelota de Chester y fui hacia la habitación azul del rincón de la derecha donde habíamos recreado con Thiago una navidad donde André había pasado las dos semanas en el hospital por sus constantes problemas con el vértigo. Nos habíamos quedado dos días enteros decorando la pequeña habitación como si fuese el espacio, pintando de azul cada pared y llenando de planetas y estrellas que se encendían cuando la noche atacaba mientras varias naves espaciales colgaban en el techo; mi hijo había nacido con un gusto innato hacia el espacio y Thiago no dejaba de consentirlo con cualquier cosa haciendo que a sus cuatro años tuviera un telescopio, todas las enciclopedias posibles bajo el tema y sino lo hubiera detenido al querer comprarle una estrella, lo hubiese hecho.

Sonreí al ver como las mantas caían desordenadas en el piso y notaba como las huellas de Chester estaban en la sábana celeste, no obstante, el pequeño castaño no estaba aquí.

Bajé las escaleras bufando ante el calor que aún se presentaba en septiembre y como el cansancio de dos turnos seguidos por la pasantía en urgencias se hacían presente, sin embargo, todo aquel estrés dejó mi cuerpo cuando pude escuchar las risas de André hacia el hecho de que Thiago estaba haciendo sus típicas caras raras del desayuno y yo me limité a abrirle la puerta al perro para que saliera a buscar su pelota mientras se la lanzaba.

Vi como Chester iba a buscarlo emocionado hasta que sentí como un par de manos abrazaban mi cintura y un cálido beso invadía mi mejilla dejándolas en el mejor estado de dulzura que podía presentar un lunes por la mañana.

Buenos días a mi doctora favorita —me susurró Thiago causando unas risitas por el contacto que tenían sus labios con mi cuello, yo me di vuelta para robarle un beso de verdad mientras él no dejaba de acariciar mi cintura transformando una mañana cotidiana en uno de los mejores recuerdos que tenía, la verdad es que podía decir en voz alta que mi vida era feliz y era casi perfecta, tenía un trabajo que amaba con devoción, un esposo que tenía tanta paciencia como para soportarme y el mejor hijo que podía desear.

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