En la sala del primer piso del castillo, anterior al hospital, se encontraba Pansy inspeccionando algunos antecedentes médicos, adicionando datos con un Vuela Pluma que Ginny le había traído de la tienda de sus hermanos y ordenando archivos. Ese trabajo se le daba bien. Había mucho que poner en orden, sobre todo dejar actualizadas las fichas de todos los pacientes que allí se atendían. Aquella labor le venía de maravillas, un bálsamo para aliviar los malos sueños que acudían a su encuentro mientras intentaba descansar.
La última noche había sido fatal, tuvo una pesadilla muy difícil de explicar... Imágenes extrañas, rostros sin definir y un grito que salía de su boca era el que la terminaba despertando. Era en esos momentos que deseaba tener a alguien a su lado que la confortara, pero contrario a lo que deseaba, se encontraba en una habitación vacía y fría en donde solo se lograba cobijar acurrucándose entre las frazadas. ¡Tonterías! Se decía ella misma, ¿por qué el rostro de Potter venía a su mente en aquellos momentos? Movió una mano, como quién espanta un mosquito, creyendo que tal vez con ese movimiento lograse amilanar también sus pensamientos, aquellos que la hacían sonrojar y sonreír estando sola.
—¿Pensando en alguien especial? —le dijo una voz femenina que hacía un par de segundos había llegado. Hermione estaba de pie frente a ella, empapada. Dejó su abrigo en el perchero poniendo sobre el mueble una bolsa con setas que había recolectado del sembradío de Wilva.
—¡Oh, no! No se trata de eso —Pansy la miró sonriente y respondió lo más natural posible.
—Tranquila, Parkinson. Si piensas en Harry, pues te diré que está libre y tú le importas mucho —agregó guiñándole un ojo y dirigiéndose a la chimenea que ardía con fuerza, para abrigarse.
—¡Granger, no digas bobadas! Iré adentro a ver si Lovegood necesita algo —indicó con un tono para nada irritado, sintiendo que su corazón se le salía del pecho de tanta alegría, al escuchar lo que Hermione le acababa de decir. Tomó una carpeta y chasqueó sus dedos para que el Vuela Pluma la siguiera junto con la libreta de anotaciones que levitaban sobre su hombro.
Al abrir la puerta de acceso al hospital se encontró de frente con Severus Snape, quien venía de dar un par de pociones a unos pacientes. Lo saludó con un movimiento de cabeza y siguió su rumbo algo torpe, pues había trastabillado con un mueble cercano.
Al profesor le resultó extraña la actitud de la joven, ya que por lo general siempre buscaba algún tema de conversación o le volvía a preguntar si estaba bien, al parecer aún no se convencía de que él estuviese vivo, pero ese día, era la excepción, la joven iba en las nubes.
—Veo que la señorita Parkinson está de muy buen ánimo hoy —observó Severus colocando sobre un armario el resto de las pociones que le habían sobrado de las dosis entregadas hacía un momento.
Hermione lo miró de soslayo mientras mantenía extendidas sus manos cerca de la flama para darse calor, en tanto el profesor cerró con parsimonia el mueble, no sin antes verificar que los frascos estuviesen puestos en los sitios correspondientes. Luego se acercó a los sofás ubicados cerca del fuego, sentándose en el más grande. Tomó un pergamino que estaba sobre una mesa y comenzó a leer en silencio.
Hermione se sentó a su lado, quería hablar sobre la profecía, hacía días que quería abordar ese tema con él. Estaba segura que junto a Snape podría encontrar alguna respuesta.
—Profesor Snape.... —él la miró y enarcó una ceja. Le había dicho que quería dejar en el pasado la forma tan poco cordial con que la había tratado a ella y sus amigos, y que era tiempo de verse en otro ámbito. Él ya no era su profesor y tal vez resultarse interesante comenzar una faceta como aliados o profesionales que trabajan en un mismo lugar. Por eso que Hermione había comenzado a llamarlo por su nombre y él, por el de ella. Estaba claro que eso para muchos resultaría algo bastante peculiar, pero la opinión del resto jamás había importado al profesor. Es más, no descartaba que en un futuro no muy lejano, pudiera generar nuevos vínculos con los entrometidos amigos de ella. Aunque debía reconocer que realmente le costaba esa nueva faceta, pero todo obedecía a Narcisa, ella tenía mucho que ver en este cambio—. Digo, Severus, ¿qué sabes de la profecía? —preguntó Hermione.
ESTÁS LEYENDO
Los Cristales del Silencio
De TodoSiete son los cristales que guardan el secreto de la libertad y una nueva profecía ha sido descubierta que vendrá a poner en jaque la seguridad del mundo mágico y muggle. Solo una persona es la clave para mantener el equilibrio. Un Dram...