Sin Alternativas

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Hermione llevaba rato de pie frente a la ventana mirando el paisaje que tenía en frente. Sabía que era un hechizo porque la imagen de la ola reventando en las rocas era idéntica a la que había visto hacía unos tres minutos y otra vez la secuencia se repetía. Lo que sus ojos veían no dejaba de ser maravilloso y tranquilizador, aun sabiendo que no era real, deseaba bajar hasta ese lugar para tirarse en la arena y sentir la brisa marina acariciando su rostro. Dio un suspiro, como si con eso lograra sentir la frescura del mar y la paz del paisaje.

Hacía varios minutos que Draco estaba callado, luego de explicar todo lo que pasaba a su alrededor. Ella, desde hacía tiempo se había dado cuenta de que algo no andaba bien en el mundo mágico y de que los poderes políticos, de una u otra forma, se mostraban reacios a tomar las medidas necesarias en las diversas situaciones sin explicaciones y en los grandes desastres que nuevamente azotaban al mundo no mágico. Pero el hecho de estar sumida en sus estudios, extrañando a sus padres, el famoso recuerdo de quien tenía a su espalda, en fin, hundida en su tristeza, la habían hecho obviar el rol activo que mantuvo durante la guerra contra Voldemort.

Solo ahora se daba cuenta que, gracias a su poca preocupación, otros habían comenzado a tener mayor intervención y por ende, más atención por los actuales sucesos que, de acuerdo al relato de Draco, pronto todos sabrían qué planeaban realmente esos mortífagos escondidos en algún lugar de Inglaterra.

Se giró hacia Draco mientras entrelazaba sus dedos. De verdad que echaba de menos su varita. Esos mortífagos no se la habían entregado y Draco, en medio de todo, tampoco la había pedido, aunque ahora era lo que menos le importaba. Total, si se la hubieran entregado a Draco, era muy posible que esta descansara en el escritorio de Lucius. Quizá era mejor que aún estuviera en posesión de ese par, tal vez así la pudiera recuperar después.

—Así que cierras tu mente y eres doble agente...

—Sí, si así lo quieres llamar —respondió él encogiéndose de hombros mientras se acomodaba en la cama, semi sentado.

—¿Lucius mató a tu madre?

—Lo hizo —contestó serio, mas no mirándola. Al parecer ese recuerdo lo atormentaba demasiado.

—¿Y por eso decidiste cooperar con La Orden y abandonar tus actividades mortífagas?

—No, Granger. Desde antes de la batalla de Hogwarts que no soy mortífago. Cuando hablamos aquella vez en la torre, ¿recuerdas? —ella asintió—, tenía planes con mi madre, quería estudiar, lo que te dije esa noche, era cierto. Pero cuando llegaron esos a mi casa y la incendiaron, entendí que mi padre debía pagar por todo y por eso tenía que ser cuidadoso, no podía dejar nada al azar. Así que con mi fiel amigo, Nott, contactamos a Potter. No fue una conversación muy amigable que digamos, pero Potter es inteligente (en realidad no creí que lo fuera, no estando tú presente...) —Hermione sonrió—. Pero se dio cuenta de que estábamos en lo correcto, que hablábamos con la verdad y de que debíamos vigilar los pasos de todos los mortífagos. Desde ese día es que trato de pasar la mayor cantidad de información a Harry. Nadie más de La Orden sabe que Theo y yo estamos filtrando lo que sabemos.

—Pero...

—Yo sabía que algo iba a ocurrir hoy, por eso anoche le informé a Potter que tuviera cuidado. No sabía que iban a sabotear tu matrimonio... tampoco sabía que te casabas... Lo lamento —reconoció sintiéndolo de verdad porque si ella se iba a casar era porque realmente estaba enamorada de Weasley. Hermione hizo un extraño gesto como dando a entender que era lo de menos, ¿era su imaginación o poco y nada le había importado el no haberse casado?

Ella se acercó hasta la cama y se sentó al otro costado, pero a los pies.

—Ese matrimonio lo había arreglado el Ministerio. Tanto Ronald como yo estábamos obligados a casarnos, bajo amenaza. No teníamos otra salida, más que acatar.

Los Cristales del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora