A medianoche, Draco apareció en su habitación de la mansión Malfoy. Desde que contrajo matrimonio con Astoria, se mudaron a ese lugar, pues Lucius se lucía en sociedad sin mayor problema, ayudado por el Ministro. Así que había retomado muchas actividades de las que solía hacer hasta antes de la caída de Voldemort. Una de esas era vivir en Malfoy Manior y tener una vida social activa, luciéndose con sus compinches mortífagos. Todo solapado por el Ministro, que poco o nada le importaba el clamor del pueblo y de que muchos estaban en contra del nuevo orden que rápidamente se imponía en la sociedad mágica.
Astoria al verlo se apresuró a acercarse y lo abrazó con cariño.
—¿Ocurre algo? —preguntó de inmediato pues notó el nerviosismo de ella.
—Es Melina. Ha venido dos veces a buscarte. Le he dicho que fuiste al Caldero Chorreante con Goyle, pero no sé si me creyó. Draco, ella sospecha, lo presiento —respondió buscando la cama para sentarse nuevamente. Se notaba cansada y algo ojerosa y decaída.
Draco se acercó a ella sentándose a un lado. Le tomó la mano para que estuviese tranquila.
—No te preocupes. No hay nada qué temer. Todo saldrá bien —ella sonrió, asintiendo pero Draco sabía que algo más ocurría.
—Cuéntame, ¿qué otra cosa sucede?
Astoria lo miró a los ojos. Debía hablar con la verdad. Nunca se habían ocultado nada y sabía que podía confiar en él. Si antes, en su adolescencia, había soñado con él como esposo, incluso jugando a ser mayores en más de una oportunidad en el cuarto de él, ahora sabía que Draco era de quien podía fiarse. Debía decir la verdad. Un hijo no se podía ocultar, más si ella lo amaba tanto.
—Sí, hay algo que te debo decir —respondió sincera mirándolo de frente.
—Dime, te escucho.
—Estoy embarazada.
Él la miró sonriente y asintió. Agradecía la confianza que ella había tenido con él y por tanto debía ahora también preocuparse por el bienestar de ella y del niño.
—¿Weasley lo sabe? —preguntó sabiendo quién era el padre.
—Sí, ya lo sabe. Está feliz, pero también preocupado.
—¿A alguien más se lo has contado?
—A nadie más.
—Guardaremos el secreto, ¿te parece? —ella asintió—. No quiero imaginar lo que podría ocurrir si mi padre se entera de que ese niño no es mío.
—Lo sé y por eso tengo miedo.
—Descansa, Astoria. Deja eso de mi cuenta. Nadie te hará daño a ti, ni al bebé.
Ella se acostó en la cama y Draco, como siempre, buscó el sofá que estaba cerca. No era cómodo, pero sí lo suficiente para reposar. Tenía sueño y sabía que así cualquier sitio le servía.
En la mañana se levantó temprano y se dio una ducha, tratando de hacer el menor ruido posible para no importunar a Astoria. Mientras terminaba de vestirse la muchacha había despertado y salido corriendo hacia el baño.
Draco la siguió y se percató de que se hallaba vomitando de rodillas frente al inodoro. Se apiadó y la ayudó, tomándole el cabello, ella sonrió. Le recordaba a aquellos días de juerga en las mazmorras de Slytherin cuando terminaba borracha junto a Pansy y los chicos —Draco y Theo— que las ayudaban cogiendo las respectivas coletas para evitar que se ensuciaran
—No pierdes la costumbre —le dijo en medio de sus náuseas y lágrimas.
—Tori, tengo muy buenos recuerdos de aquellos días.
ESTÁS LEYENDO
Los Cristales del Silencio
SonstigesSiete son los cristales que guardan el secreto de la libertad y una nueva profecía ha sido descubierta que vendrá a poner en jaque la seguridad del mundo mágico y muggle. Solo una persona es la clave para mantener el equilibrio. Un Dram...