Despertando a la Realidad

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Draco se dio una ducha para despejarse y se cambió de ropa. No quiso salir del cuarto a la espera de escuchar algún movimiento en casa para no levantar sospechas. A eso de las siete de la mañana oyó el rechinar de unas bisagras y a alguien caminar por el pasillo, puso el oído en la puerta y pudo advertir que dos mujeres hablaban, no logró entender de qué trataba la conversación porque solo eran murmullos. Al cabo de unos segundos oyó la voz de su padre llamándolo.

—¡Draco, es hora de levantarse, el día comienza muy temprano en esta casa! Ven, que quiero que desayunemos juntos en familia.

La voz socarrona y cargada de odio de Lucius se escuchó en la sala. Draco solo negó con la cabeza y unas ganas enormes de hacerlo pagar por todo el daño causado, lo irrumpieron, pero ya habría tiempo, sería minucioso en los pasos a dar y estaba dispuesto a todo con tal de que Lucius no siguiera propagando perversión y maldad.

Guardó las varitas en el bolsillo trasero del pantalón cubriéndolas con el saco y bajaría. Esperaba rescatar a pronto Hermione e irse lejos de ese lugar.

Respiró profundo. Era ahora o nunca. Estaba solo y debía afrontar lo que fuera. Su padre había tocado lo más preciado para él... intentó matar a su madre y ahora había violado a Hermione. Su dolor era tremendo. Tanto, que le había dado el tiempo para arreglarse, vestirse bien y relajarse, dentro de lo posible. Sabía que ya nada perdía. Hermione había sido dañada de una manera que no sabía si tenía algún tipo de reparación, ni él cómo podría enfrentarlo. Estaría con ella, siempre y cuando saliera vivo de lo que le esperaba. Nunca la dejaría sola, porque la amaba y porque ella era todo para él.

Abrió la puerta y de frente se encontró con Hermione que se veía tranquila, erguida, (postura muy similar a la que adoptaba su madre cuando tenía asuntos delicados que tratar) maquillada y arreglada con ropas que le sonaban familiar... el muy desgraciado la había vestido como si fuera Narcisa.

—¡Hermione! —exclamó sorprendido, intentando tomarla de la cintura pero ella puso una mano en su pecho y lo empujó hacia adentro cerrando la puerta detrás de ella.

—¡Shhh! Tranquilo, estoy bien.

—Yo, yo lo lamento tanto, te juro que...

—¡Silencio!

—Tengo todo preparado... tú... tú... aguarda, ¿sí? Quédate aquí... déjame hablar con mi padre y luego le diré a Potter que...

—¡Draco Lucius! ¡Quédate callado! Yo estoy bien. Y tú no hagas nada. Luego entenderás. Tu padre te espera en el primer piso y no hagas nada. No quiero que hables.

—Pero ¿cómo? ¿Qué te ha ocurrido?

—Nada. Haz lo que digo. Mantente al margen, pronto saldremos de todo esto, ¿sí?

—Hermione, ¿qué te pasa? ¿No estás mal por lo que te ocurrió?

—Confía en mí.

Dicho esto Hermione se arregló la ropa y salió hacia la planta bajo. Draco estaba desconcertado, no era cómo la imaginó ver al día siguiente de haber sufrido todo ese suplicio. Estaba tranquila, decidida y sin rastros de padecimiento en su rostro. O él era muy débil o Hermione era más fuerte que cualquier persona que haya conocido.

¡Espera, espera! ¿Me llamó «Draco Lucius»? —se preguntó mientras bajaba los escalones, pero no tenía tiempo para analizar las miles de dudas que asomaban en su mente. ¿Qué había ocurrido que él no se había enterado? Algo no encajaba...

Al llegar a la sala vio a su padre esperándolo, tomando a Hermione de la cintura. Sintió que su corazón se le saldría del pecho si no azotaba el puño contra el rostro de ese hombre. Apretó los nudillos pero se contuvo. Guardaría calma, ya tendría tiempo para actuar.

Los Cristales del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora