Hacía casi veinte minutos que Draco había salido de la habitación y ella tenía en su mano aferrado el pequeño frasco que podría significar su libertad o su fin. Sabía que los riesgos eran altos pues la droga era efectiva para simular una muerte. ¿Caería Lucius y el resto de sus secuaces en este embuste? Malfoy era inteligente y un mago avezado que era casi imposible engañarlo, pero no tenían otro camino, había que arriesgarse.
Lo que había empezado casi como un juego con Draco, sintiéndose poco menos que en la gloria cuando él negoció su libertad, imaginando incluso llegar a huir juntos, hoy se les escapaba de las manos, poniendo a ambos en la cuerda floja. Caer, significaba la muerte. Su sueño de verse al lado de él, fuera de esas paredes, era absurdo.
La realidad era otra. Ella era prisionera de un grupo de mortífagos que lo único que querían eran mostrarse al mundo mágico como personas de buen vivir a costa de su libertad y padecimiento, pues Lucius Malfoy estaba dispuesto a hacerla sufrir, degradarla como mujer y exponerla frente a sus amigos, antes de mostrarla como su esposa. Tal enlace supuestamente ablandaría muchos corazones, ya que el hecho de ver a la heroína casada con un ex mortífago ponía un antecedente a favor de este último, pudiendo incluso situarlo en un alto cargo en el Ministerio.
Sabía que Draco haría lo que estuviera a su alcance para evitar que Lucius le colocara una mano encima, por lo tanto debía poner de su parte. ¿En qué momento todo había cambiado para ella? Hasta hacía unos días su único horizonte era evitar por todos los medios casarse con Ronald y huir lejos, pero ahora se encontraba frente a algo peor y escapar era casi imposible. Comprendía todo. Nunca el Ministerio tuvo intención alguna de que ella se casara con Ronald. Desde un principio estuvo todo planificado. La idea era mostrar a los mortífagos como los salvadores de la novia que había sido raptada desde su matrimonio. ¡Qué ilusos! ¿Cómo ninguno fue capaz de ver más allá y darse cuenta de que todo estaba manipulado?
Dio otro suspiro y abrió su mano. Ahí estaba el frasquito con una sola pastilla en el interior, ¿cómo Draco la habría conseguido? ¿Militares, había dicho? ¿Muggles? Pero ¿de dónde? ¿Cuándo? Draco tendría que sentarse un día entero delante de ella y explicarle todo lo que se traía entre manos, pero ahora, solo le restaba confiar... confiar en aquel que siempre creyó su enemigo y con el cual hacía solo unas horas había tenido la mejor noche... Pero de algo estaba segura, para ambos había sido un regalo en medio de todo lo que estaban viviendo. ¿Qué sentía por él? No podía seguir negándoselo, desde aquella noche en la Torre de Astronomía que no había pasado un día sin pensar en él, en añorar sus caricias y desear sus besos. Sí, lo que había ocurrido la noche anterior era simplemente la respuesta a un deseo escondido por tanto tiempo que solo se iba a satisfacer uniendo sus cuerpos como tanto lo habían anhelado. ¿Lo quería? Sabía que era más que eso: Draco significaba todo lo contrario a lo que ella hubiese imaginado como pareja: engreído, autosuficiente, perspicaz y ahora se sumaba, valiente, dispuesto a ir en contra de su padre con tal de protegerla.
Sonrió con tristeza mientras lentamente procedía a destapar el frasco y esperaba que Cassidy le trajera un vaso de agua que le había solicitado. En ese momento la mujer de ojos expresivos y largo cabello azabache, ingresó a la habitación con el vaso de agua, dejando tras de sí la puerta abierta.
—Aquí está tu agua, Hermione. ¿Te sientes bien? Desde que vino el amo Malfoy que no has hablado, ¿qué te pasa? ¿Tienes miedo de lo que va a ocurrir en la noche? —Hermione la miró a los ojos, recibiendo el vaso y entendiendo de inmediato a qué se refería la mujer—. Debes estar tranquila, relajada y dar rienda suelta a tus instintos. No te debes cohibir. Si luchas contra ello, terminarás mal, pero si pones de tu parte, al final terminarás gozando.
Cassidy hablaba como si participar en una orgía sexual fuera lo más natural del mundo. No es que ella fuera puritana o que se admirara de ciertas conductas, pero para ella el sexo estaba destinado a dos personas que si bien no se amaran, pudieran tener algún vínculo o gusto que les diera las herramientas necesarias para poder unirse en placer. El sexo forzado, las violaciones o las orgías, simplemente para ella no estaban hechos y prefería morir antes que entregar su cuerpo a un grupo de hombres que lo único que harían sería verla como un trozo de carne al cual devorar.
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Los Cristales del Silencio
AléatoireSiete son los cristales que guardan el secreto de la libertad y una nueva profecía ha sido descubierta que vendrá a poner en jaque la seguridad del mundo mágico y muggle. Solo una persona es la clave para mantener el equilibrio. Un Dram...