No eran tus besos,
era tu boca,
toda tu boca,
tu lengua,
tus dos filas de dientes,
tu manera de sonreírme,
era tu boca,
toda tu boca,
era mi tregua,
mi paz,
el silencio de mis ruidos,
el sonido de mis silencios,
el pocillo predilecto para verter el café de tus ojos y sorberlo despacio de manera alterna con mi café amargo de cada tarde.-