Sorpresas de la vida

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Entro a todo correr en casa y abrazo a Max.

—¡León! ¡Contrólate, ya sé que estás necesitado, pero yo no soy una buena opción, créeme!

Lo suelto y le doy un zape en la cabeza. Él y su humor.

—No digas tomterias, ¿quieres?

Él se sienta en el viejo sofá y me mira como si estuviese loco. Nos observamos, yo con una sonrisa de oreja a oreja, con mis cosas a cuestas, y él enarcando las cejas.

—León, me das miedo, pareces un loco. Habla de una vez. ¿Natalie te ha besado?

Mi sonrisa se borra débilmente, pero no pierde su brillo. Suelto las cosas en el suelo y lo miro fijamente.

—¿Te acuerdas cuando te dije que algún día me llegaría una oportunidad?

—Me lo llevas diciendo a diario durante nueve años, colega. No podría olvidarlo aunque quisiera.

—Pues ese día ha llegado.

Él suelta su cerveza y me mira con los ojos como platos.

—Estaba vendiendo mis fotografías, cuando un hombre con gran pinta de rico se quedó observándolas. Me sorprendí muchísimo, por lo general nadie de su «estatus» se suele parar para ver nada. Pero lo hizo, miraba las fotos y solo asentía. Luego levantó la vista hacia mí y me preguntó mi nombre.

—¿Entonces intercambiaron teléfonos? —dice divertido.

Le lanzo una mirada de furia y se vuelve a callar.

—Era el dueño de los hoteles Mollins .

Max se sorprende tanto que hasta se pone de pie.

—¿En serio? —pregunta incrédulo.

—Te lo juro. El pez gordo me pidió que, por favor, fuese el fotógrafo en la boda de su hijo. Y no solo en la boda, también iré a su casa a hacer fotografías familiares y demás. ¡Este mismo viernes!

Max tiene la boca tan abierta que parece una pitón en pleno ataque. Chasqueo los dedos en frente de él.

—¡Eres el chico con más suerte que conozco! ¿Sabes lo que acabas de conseguir?

—Lo sé, ¿por qué crees que estoy tan contento? Si todo sale bien, quizá me recomiende a sus amigos.

—No empieces a hacer castillos en el aire o acabarás encerrado en tu cuarto llorando. Por ahora vamos a celebrarlo, ¿qué te parece?

Una hora después ambos estamos sentados en lujosos sillones y bebiendo caras cervezas. Las luces bañan a los bailarines en la pista. Solo espero no ver aparecer a Natalie y ese prometido suyo. No quiero verlos juntos me ponen nervioso.

—¡Esto sí que es vida! —exclama Max llevándose su botella a la boca y estirando el brazo por el sofá—. Míranos..., hace poco no teníamos ni para comer y ahora estamos aquí, bebiendo con personas importantes.

—No te acostumbres demasiado —digo sonriendo mientras yo también bebo de mi cerveza—. La gente tiende a acostumbrarse a lo bueno demasiado pronto.

—Oh, cállate, siempre estás con tus filosofías. Bebe, disfruta y punto. ¿Quieres?

Lo miro negando con la cabeza y rio. ¿Quién es el filósofo todos los días? Max no tiene remedio.

—Si nos relajamos y nos divertimos, quizás esta noche no durmamos solos —me dice con una sonrisa misteriosa.

Alzo una ceja mirándolo fijamente.

El amuleto León GoretzkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora