El padre de Victoria observa las fotografías con gran interés, mientras nosotros, sentados en un mullido sofá de cuero negro, esperamos escuchar qué dice sobre ellas.Es un hombre atractivo para su edad y prácticamente Victoria es su vivo retrato.
Ella me mira de vez en cuando y me sonríe tratando de infundirme ánimos. Yo le sonrío también.
—¿Verdad que son maravillosas, papá? —le pregunta ella no pudiendo aguantar la tensión.
Él levanta la mirada hacia nosotros y aprieta los labios. Estoy nerviosísimo.
—León, estas fotografías son verdaderamente talentosas. Están llenas de un sentimiento especial, de eso no hay duda.
—Gracias, señor Siena —digo sonriente.
—Entonces, papá, ¿podrás exponer sus fotos en tu galería?
Se queda sopesando la idea.
—No puedes dejar pasar esta oportunidad. Es un excelente fotógrafo, aunque aún no sea conocido. Como amante del arte, tienes que darte cuenta que unas fotos así no las encuentras todos los días.
—Eso es cierto, mi amor —le contesta cariñosamente a Victoria.
—Y no puedes olvidar que es el chico que me salvó de aquel hombre.
La expresión de su cara cambia y fija sus ojos en mí.
—León, nunca te di las gracias. Salvaste a mi hija.
Bueno, lo que se dice salvarla... Solo fue un pelotazo.
—No hice mucho la verdad —contesto un poco avergonzado.
—Oh, no seas humilde, chico. —Me mira intensamente—. Expondré tus fotografías.
Victoria pega un salto y chilla alegre mientras me abraza. Luego corre a abrazar a su padre. Es la típica niña de papá y eso me hace sonreír. A pesar de todo, se comporta aún como una quinceañera.
—¡Eres el mejor padre del mundo! —le grita eufórica.
Victoria me acompaña en su coche hasta casa, y me vuelve a recordar una y otra vez lo que le tengo que dar a su padre para que empiece a organizar la exposición. Frena cuando llegamos sin apagar el motor.
—Gracias, Victoria —digo mientras la miro. Ella me mira con una sonrisilla.
—Te debía una.
Borro un poco la sonrisa.
—Pero hay algo que me inquieta. No sé si tu padre solo lo ha hecho por pagar la deuda que se supone que tienes conmigo, lo que en realidad no es cierto.
—¡Claro que no! Ya escuchaste a mi padre, tienes un gran talento y, gracias a él, y, bueno, a mi ayuda —ríe traviesa— has llegado a este punto. No pienses que solo lo hace por satisfacer a su caprichosa hija.
Asiento, aunque no estoy muy convencido.
—¡Nos veremos mañana, León¡ —se despide de mí animada.
—Hasta luego —digo con una sonrisa.
Cuando entro en casa Max está haciendo abdominales como poseído. Parece que se ha tomado lo de ejercitarse en serio esta vez.
—¿Ya has empezado tu «ponerte en forma »?
—No podía perder un día más —me dice fatigado por el esfuerzo.
Asiento y me encamino hacia mi cuarto.
—¡Espera! Ya te estás sentando. —Se pone de pie con las manos apoyadas en la cintura—. Cuéntame para qué te quería la chica millonaria.
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El amuleto León Goretzka
FanfictionNovela corta Dos niños, un amor Dos niños, un amor, una promesa Dos niños, destinos opuestos, una promesa rota Un chico, una chica, una boda y mil gatos Una promesa, un amuleto, un sueño cumplido