Más furioso que un león

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Cuando me desperté y vi que León no estaba a mi lado, se me encogió el corazón.

Fue tan parecido a cuando me desperté de mi enfermedad hace años y él se había marchado. La madre Clarisa me tranquilizó diciéndome que él se había marchado hacía unas horas, así que, tras coger el gato que me dejó en la almohada y despedirme por última vez de la madre Clarisa, decidí que ya era hora de hacer frente a todo. Ya no podía seguir escondiéndome más, y tarde o temprano todo tendría que suceder.

Entre todas las llamadas perdidas que tengo en mi teléfono, un mensaje de Thomas me hizo conducir hasta una cafetería del centro donde él me había citado con urgencia. Estaba sentado en una de las esquinas más alejadas cuando entré a la tienda abarrotada de gente, y me senté a su lado.

Su mirada es bastante fría cuando sus ojos se encuentran con los míos, pero también puedo ver algo más tras esa barrera de acero.

—¿Ya te has cansado de esconderte mientras todo se va al carajo? —pregunta irónico—. Supongo que lo has pasado genial con tu amigo el ladrón.

—¿Qué quieres? —pregunto yo también lo más fría que puedo.

Me lanza un periódico donde el titular está dedicado a mi familia. Mis padres devolverán todos los bienes y los hoteles al hijo de ese hombre. Y están condenados a ir a la cárcel.

Me da un vuelco al corazón. Y mi muro de frialdad se rompe como un cascarón de huevo.

—Voy a ir directo al grano —comienza a decir reclinándose en la silla—. Mi padre está dispuesto a ayudar a tus padres y pagarles la fianza para que no vayan a la cárcel y puedan empezar de nuevo.

—¿Y qué quiere a cambio?

Él acerca su cara a mí.

—Que te cases conmigo. Y lo hagas sonriendo

Lo miro con odio. ¿Cómo me puede estar obligando a hacer esto?

—No me mires así... Ellos se han quedado sin nada en estos momentos. Las cuentas, los hoteles, todo se ha desvanecido. Todo ahora es solo un sueño que pertenece a otro ¿Quieres ver cómo os van cada uno por un lado? ¿No prefieres que vivamos todos juntos, felices? —Alza las cejas intentando convencerme—. Siempre has sido una pobre chica en busca de una familia en la que encajar. Seguro que no quieres volver a quedarte huérfana.

Empuño su copa de vino, pero él parece leerme el pensamiento.

—Ni se te ocurra montarme una escena... —me advierte—. No quieras añadir más prensa negativa a los medios.

—¿Crees que puedo casarme contigo? —susurro dolida —Me has estado engañando... Tú eras ese maldito chico que me hacía la vida imposible, ahora te odio aún más.

—Nos hemos llevado muy bien, Natalie, tú eres como yo... Siempre nos hemos entendido a la perfección. ¿Qué problema hay ahora con que nos casemos? Te quiero y lo sabes.

—Si me quisieras de verdad, no me estarías haciendo esto —Los ojos comienzan a escocerme. Pero no lloraré delante de él, no le daré ese gusto.

Por un momento parece que he logrado conmover un poco su corazón. Él suspira y se pasa las manos por el pelo.

—Todos nos beneficiaremos de este matrimonio.

—Eres un egoísta —le susurro.

—No, la egoísta eres tú, porque no puedes ver más allá de tu amor por esa rata.

Aprieto los dientes para no cogerlo del cuello. Es de lo único que tengo ganas.

—¿Es más importante él? ¿O salvar a toda tu familia? Tú decides y es la última vez que te pregunto.

El amuleto León GoretzkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora