Miro a Natalie que duerme plácidamente a mi lado. ¿Acaso es un espejismo? Me parece tan irreal todo esto. Que la tenga junto a mí, el haberla amado toda la noche. Alargo mi mano y acaricio su pelo con cuidado de no despertarla, y una sonrisa se escapa de mis labios.La quiero tanto.
Pero estos pensamientos positivos me duran poco. Sé que su familia es muy importante para ella, que ha elegido salvarlos a ellos y sacrificar esto, y no puedo sino adorarla aún más porque me demuestra que es una mujer que vale la pena amar cada vez más. «Si lo quieres, déjalo ir...», dice el refrán. Necesitaré mucho más que mi fuerza de voluntad para levantarme de esta cama y no volver a verla. Pero aún así lo hago.
Con cuidado de no despertarla, me levanto y me pongo la ropa sin dejar de atesorar estos momentos, quizá los últimos que pase con ella. Esta burbuja de felicidad que ha sido este día y esta noche pronto estallará dejándonos desolados, y necesito tener estos recuerdos para que sea más llevadero el daño. «...Si vuelve es tuyo». Quizá sea la única esperanza que me quede. Salgo de la habitación tras dejarle el gato azul al lado de su almohada.
—Vaya, vaya, vaya... Mira a quién tenemos por aquí.
Max hace una de sus escenas típicas cuando me ve aparecer por la puerta con la misma ropa que ayer.
—¿Dónde te habías metido? —pregunta, lleno de curiosidad, mientras, para variar, se come un bol hasta arriba de frutas, sentado en la barra de la cocina.
—¿Me has echado de menos? —pregunto bromeando.
—Pues no, fíjate. He tenido una buenísima compañía...
Antes de que me dé tiempo a preguntar, Denisse aparece caminando por el pasillo con solo una camisa de Max encima. No hay que ser muy listo para darse cuenta de lo que ha pasado.
—¡En mi casa! —digo dramáticamente.
Max se echa a reír y Denisse corre avergonzada de nuevo al cuarto en cuanto me ve.
—¿De qué va todo esto, eh? —pregunto curioso por conocer la historia.
—Pues verás, como se suele decir en estos casos, una cosa llevó a la otra y... se nos fue de las manos.
—Le pega un bocado a una fresa muy sonriente.
—Ya veo.
—Es una chica divertidísima. Y no le importa el físico, el dinero ni el grado universitario dice que soy como un osito adorable y que de chico malo le gusto... Obvio que iré a la universidad y si me espera ya veremos.
No puedo evitar reírme, todo es tan surreal.
—Pero no cambies de tema como haces siempre. Luego te cuento más detalles, pero ahora tú dime donde has pasado la noche.
Aparto la mirada, suspiro y me encamino hacia mi habitación. Será mejor que me dé una ducha.
—¡No huyas, León! ¿Crees que no puedo seguirte? —Max se levanta corriendo del taburete y comienza a caminar detrás de mí. Entro en la habitación, luego en el baño, ignorándolo, y comienzo a quitarme la camiseta.
—Estás violando mi privacidad. ¿Te vas a quedar mirando?
Max se sienta en la taza del inodoro y se acomoda.
—Tráeme las palomitas.
Pongo los ojos en blanco y me echo a reír.
—Eres peor que un paparazzi, ¿te lo he dicho ya?
—¿Dónde has estado? —exige saber.
—Digamos que reencontrándome con mi pasado.
Él se sorprende y abre los ojos aún más.
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El amuleto León Goretzka
FanfictionNovela corta Dos niños, un amor Dos niños, un amor, una promesa Dos niños, destinos opuestos, una promesa rota Un chico, una chica, una boda y mil gatos Una promesa, un amuleto, un sueño cumplido