Las manos me tiemblan muchísimo y no puedo controlar mi nerviosismo. Mi madre se afana en colocarme bien el velo y la tiara delante de un vestidor lleno de espejos, desde los cuales puedo ver su mirada de orgullo por la hija que los salva a todos del desastre. Desde que nos mudamos a casa de Thomas , toda mi vida ha sido un auténtico infierno. Fiestas y más fiestas de compromiso en sociedad. Compras de vestidos, reservas de viajes para la luna de miel, Thomas queriendo que me comportase como una novia de verdad, millones de conversaciones tras comidas copiosas sobre lo felices que seremos todos cuando nos casemos y lleguen los nietos. ¡Ja! Los nietos.... Me he muerto de rabia cada vez que alguien ha sacado el tema, cada vez que alguien ha hablado sobre la boda.
Me he estado comportando como una auténtica chica insoportable y el silencio ha sido mi mejor amigo todos estos meses. Siento asco, siento miedo, siento desesperación... Quiero llorar.
—¿Podrías al menos fingir algo de felicidad? —suplica mi madre mientras acaba de ajustarme el velo y hace que me mire en el espejo—. Mira qué guapa estás.
No, no estoy guapa, apenas puedo reconocer a la chica del espejo. Una chica ataviada con un precioso vestido de novia, sencillo y con encajes, me mira. Su pelo está recogido en un bonito moño y sus ojos no podrían tener menos expresividad.
Una vez más guardo silencio. Y mi madre me mira a través del espejo, disgustada.
—Tú elegiste hacer esto —comienza a decir disgustada—. No sigas haciéndonos sentir mal con tu actitud. El coche estará a punto de llegar, baja en cuanto puedas.
Y me deja allí sola contemplándome en el espejo mientras el corazón me va a mil por hora. ¿Porque quiero? No, nada de esto estaría pasando si hubiesen sido legales, lo hago por ellos y solo me reprochan mi actitud. ¿Debería estar pegando saltos cuando me obligan a casarme con ese imbécil?
Las palabras furiosas de León vuelven a mi cabeza. «Estás haciendo de buena samaritana, solo estás siendo injusta con todos y utilizada por Thomas». Qué razón tiene con sus palabras. Suspiro y, tras tomar varias veces aire, salgo del cuarto y voy al comedor donde ya todos me están esperando.
Mejor acabar con esto cuanto antes. Cuando me ven aparecer, la casa se convierte en una fiesta de elogios y abrazos. Todos me felicitan y me dicen lo guapa que estoy, menos mis hermanas y mi padre, que se quedan rezagados en sus lugares. Me sorprende ver que tanto Helena como Sara muestran bastante empatía conmigo y saben que esto es en contra de mis deseos. Violeta me mira también casi con lágrimas en los ojos, porque no se puede creer que vaya a hacer esto. Luego me acerco a mi padre y lo abrazo porque veo que está a punto de llorar al igual que Violeta.
—Estaré bien papá. Vamos a estar bien —le susurro para que nadie más nos escuche.
—Aún estás a tiempo hija, no lo hagas —suplica.
Me alejo y le regalo una triste sonrisa mientras lucho por contener mis propias lágrimas, luego agarro a Violeta y nos encaminamos hacia fuera, donde un coche ya me está esperando. Thomas ya está en la iglesia con su madre así que, tras ayudarme a subirme al caro y elegante coche negro decorado para la ocasión, tanto su padre como mi madre y mis hermanas se marchan también en otro vehículo.
El camino hacia la catedral es largo y tortuoso. No puedo controlar los nervios y de lo único que tengo ganas es de echar a correr hacia alguna parte. Mi padre pone su mano sobre la mía y me regala una sonrisa que me ayuda a calmarme algo.
—Hija...
—No digas nada papá —lo corto rápidamente—. Quedémonos así. Solo así.
Porque sé que si me dice una vez que no siga con esto, definitivamente no lo haré.
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El amuleto León Goretzka
FanfictionNovela corta Dos niños, un amor Dos niños, un amor, una promesa Dos niños, destinos opuestos, una promesa rota Un chico, una chica, una boda y mil gatos Una promesa, un amuleto, un sueño cumplido