La verdad

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Las dos monjas nos observan fijamente sin atreverse a decir nada, y puedo sentir cómo ella tiembla ante la situación. Se le olvida que no somos ya unos niños y que no dependemos más de estas monjas, así que no tenemos que explicarles nada. La madre Clarisa me mira con un atisbo de sonrisa en su cara. Total, ella lo sabe todo.

—Me dijeron que los vieron subir aquí arriba —comienza a decir—. Me preocupaba que se fueran de nuevo a la ciudad con esta tormenta, ya que han tenido que cortar algunas carreteras, así que me gustaría invitarlos a pasar la noche con nosotros. Es el cumpleaños de Felix y vamos a hacer una pequeña fiesta. Estaría encantada de que se pudiesen quedar, nos haría ilusión.

Miro a Natalie, que claramente se debate entre decir sí y no, entre lo que debería hacer y lo que ella siente. Sé que su debate acaba cuando veo un brillo en sus ojos y mira a la madre Clarisa para decir que sí, que se quedará. Entonces solo espera mi confirmación también y, como no tengo que darle cuentas a nadie, por supuesto que acepto quedarme también. Cualquier tiempo con Natalie es preciado.

El gran comedor también ha cambiado bastante. Esa aburrida y vieja sala ahora es más alegre, con sus paredes pintadas de blanco impoluto y sus mesas de cristal. Las mesas se reparten a lo largo de la sala con generosas cantidades de comida encima de ellas. Y también hay una improvisada pista de baile. Después de todo es una fiesta, es casi como una obligación bailar, aunque sea un ratito. Los niños entran en estampida cuando las monjas les dan permiso y hacen que Natalie se tambalee por los empujones, así que la sujeto por el brazo cuando pierde el equilibrio. Ella se disculpa con la mirada y pronto aparta sus ojos para concentrarse en ver cómo los niños devoran la comida.

—Me alegro de que sean felices, dentro de su situación.

Una monja acerca la silla de ruedas de la madre Clarisa, que nos sonríe cálidamente, hacia nosotros.

—No se queden ahí de pie como pasmarotes. Siéntese y coman . Si las pequeñas fieras  dejan algo, claro está. —Ríe y su risa se pierde entre toses que se alivian cuando su acompañante le da algo de agua.

Nos dirigimos a una de las mesas más tranquilas, donde nos sentamos y comemos rodeados por algunos niños del orfanato que no paran de preguntarnos sobre todo durante la cena. Con tales niños habladores acabamos con la cabeza a explotar al igual que los estómagos, así que jugamos con ellos y la música empieza a sonar. Persigo a uno de los niños pequeños, un niño de cinco años que huye de mí como si fuese un monstruo malvado entre chillidos de diversión.

Estamos a punto de vomitar cuando dejamos de correr. Los niños no parecen agotarse, y pero nosotros no somos más. Observamos sentados sonrientes en una esquina, hasta que le cantamos al del cumpleaños y los niños vuelven a jugar. Entonces, empieza a sonar música de nuevo y yo miro a Natalie

—¿Por qué me miras así? —pregunta ella acabándose su trozo de pastel.

—La pista de baile está demasiado sola, ¿no crees?

Ella suelta una risita.

—No voy a bailar contigo. Además, decías que era cosas de niñas, ¿recuerdas? En todas las pequeñas fiestas que hacían las monjas, te quedabas sentado mientras yo bailaba intentándote animar.

Rio al recordar esas fiestas. Solía creerme todo un hombre en aquel entonces, lo que me hace reír aún más.

—Necesitaba más práctica. No podía hacer el ridículo, no sabía bailar. Tú eras la experta, no yo —digo bromeando.

Pone los ojos en blanco y deja el plato encima de la mesa.

—Está bien. Bailemos.

Ambos nos dejamos llevar por el ritmo bailando con algunos niños que se animan a unirse a nosotros. Parecemos dos niños más, pero no nos importa. A veces hay que olvidar que se es un adulto y disfrutar de ese sentimiento que tuvimos de niños, cuando todo estaba bien y lo único importante era jugar y divertirse. La música cambia de repente y empieza a sonar una balada lenta, lo que hace que todos paremos en seco, y los niños comienzan a gritar disgustados. Pronto abandonan la pista.

El amuleto León GoretzkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora