Encuentros con finales extraños

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Max devora un gran tazón de cereales con leche cuando llego al salón. Deja de prestar atención al canal de música que mira y me lanza una mirada de odio.

—Muy bonito dejarme ayer solo en la boca del lobo. No sabes en el lío que estuve.

—Hubo una urgencia, le dije a Victoria que te lo dijese —le explico.

—Lo miré por el lado bueno: al menos no tuve que venir en el coche contigo, eso ya fue algo. —Se mete otra cucharada en la boca.

—¿Qué ocurrió después de que me marché de la fiesta y te dejé desamparado? — pregunto con una sonrisita.

—Bueno, la gente no dejó de murmurar sobre Natalie y su familia por horas, pero cuando la cosa se calmó todo volvió a la normalidad. Estaba a punto de volver a casa cuando me harté de la comida, pero Denisse me lo impidió —suspira y me mira—. Estaba bastante borracha y, entonces, me reconoció. Se puso a gritar delante de todos que yo era un ladrón.

Me yergo en el sillón alertado por lo que me cuenta Max. Si Eduardo ya lo sabe, entonces estamos perdidos.

—No, él no se enteró —responde como si pudiese leerme la mente—. Afortunadamente, Victoria hizo callar a su hermana y desmintió todo. Aunque a ella le tuve que decir la verdad. Pareció comprendernos, así que todo se solucionó.

Asiento aliviado.

—Hemos hecho demasiadas cosas malas, se nos tenían que echar encima tarde o temprano —digo mientras me vuelvo a relajar en el sofá.

—No nos quedaba más remedio en ese entonces si queríamos sobrevivir, así que deja de culparte de una vez. —Max acaba su desayuno y lo lleva a la cocina.

El timbre suena y Max se apresura a abrir la puerta. Me sorprendo al ver a Victoria entrando al salón, tímida, vestida con ropa deportiva.

La miro boquiabierto porque no la esperaba para nada. Aún así, la invito a pasar y a sentarse. Y Max se encarga de desaparecer solo. Ella camina hasta uno de los sillones y se sienta evadiendo mi mirada. Se nota que lo que ocurrió ayer ha hecho mella en los dos.

—Estaba corriendo por aquí y pensé en pasarme para ver cómo estabas. —Sus ojos se clavan en los míos.

Sé que solo es una excusa para verme después de lo de ayer. Lo lleva escrito en la cara.

—Victoria, lo que pasó ayer...

—Fue lo más maravilloso que me ha pasado nunca —susurra ella emocionada.

Suspiro y me yergo en el sofá. Me paso las manos por el pelo nerviosamente, pensando en cómo explicarle que solo la utilicé para darle celos a Natalie.

—León, en serio. Me alegré tanto cuando nos encontramos de nuevo y me pareciste tan estupendo, que no pude frenar lo que comencé a sentir por ti. Yo...

—No quiero hacerte daño.

—No me lo haces. Lo de ayer fue...

—Fue mentira —le digo con algo de dureza.

—¿Qué? —pregunta con los ojos llorosos, impactada.

—Estaba un poco borracho, no era consciente de lo que hacía.

—Pero sí lo suficiente consciente como para no perder de vista a Natalie en toda la noche.

¿Tan obvio era? O mejor dicho, ¿tanto se estuvo fijando Victoria en mí? Vuelvo a suspirar. Si sigue por ese camino, no podremos acabar bien.

—¿Es por ella, verdad? —pregunta mientras una lágrima resbala por su cara.

—Victoria, no podremos funcionar, somos muy diferentes.

El amuleto León GoretzkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora