Volver al origen

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Mi madre me mira desde el sillón con los ojos llorosos y aguantando la compostura mientras el resto de la familia, Fabio incluido, nos observa como espectadores. Acaban de regresar del aeropuerto. Es ahora cuando se dignan a aparecer, después de todos estos días. El domingo por la mañana, cuando me levanté y fui a que me explicaran las cosas,

Violeta me dijo que se habían ido a un viaje con Helena. Lo que no hizo más que confirmar mis sospechas sobre lo que dijo ese hombre.

—Llevo cuatro días intentando comunicarme con ustedes —digo respirando agitada y furiosa.

—Hija, tranquilízate. No pasa nada —me dice mi padre para calmarme.

Enfadada con los dos, tomo el periódico más cercano y se lo lanzo de malas maneras.

—Si esto para ustedes no significa nada, creo que tienen un grave problema de percepción de la realidad.

Mi padre agarra el periódico al vuelo y lo deja sobre la mesa. Claro, deben de estar al tanto de todo.

—Son solo chismes, Natalie —dice mi madre masajeándose las sienes—. Deja este asunto en nuestras manos.

—No, no son chismes, no me quieran tomar por tonta una vez más. —Los miro fijamente—. Por chismes no sobornas con dinero a alguien para que cierre la boca. Por chismes no vas a juicio.

Sus expresiones cambian.

—¿Por qué me engañan? Estoy segura que todas mis hermanas saben la historia menos yo. Tengo que conformarme con escuchar trozos incoherentes de la misma a través de los medios. No entiendo qué está pasando en realidad...

Y es cierto, Violeta también lo sabe, lo veo en sus ojos, pero no me lo quiere contar para no hacerme las cosas más complicadas.

—Cariño, no te queremos preocupar con estos asuntos.

—¿Acaso no soy de la familia? Yo también quiero ayudar. —Las lágrimas que he contenido por la rabia salen ahora sin mi permiso.

—Por supuesto que eres nuestra hija. Que no te hayamos contado nada no quiere decir que no lo seas.

—Entonces lo están admitiendo.

Ellos se miran por un largo rato y luego mi padre clava su mirada en mí. Mi madre no ha abierto la boca en todo este tiempo.

—No es del todo cierto lo que dicen.

—¿Les robaron sus hoteles? —pregunto sin irme por las ramas—. Contesten, ¿sí o no?

Helena suspira y acaricia su barriga mientras se sienta en el sofá. Fabio corre a su lado.

—Ese hombre... —comienza a decir mi padre. Pero mi madre lo detiene.

—No le cuentes nada, Nicolás —le suplica.

—Les recuerdo otra vez que no soy la niña que recogieron hecha pedazos en el orfanato —digo, cansada de que me traten siempre como si me fuese a romper.

Además, la historia ya era un secreto a voces en toda la ciudad.

—Tiene derecho a saberlo —dice mi padre. Viene a mi lado y me ayuda a sentarme en un mullido butacón.

—Ese hombre es el hijo de un socio que tuvimos cuando empezamos en este negocio.

Lo escucho con atención entrecerrando los ojos.

—Fuimos juntos a la facultad de empresariales. Tu madre, él y yo pasamos unos años increíbles juntos, éramos grandes amigos. Hasta que nos graduamos y la universidad abrió un concurso para recién titulados. Crear una idea de empresa y el alumno que se alzase con el premio, vería a su empresa hecha realidad junto con una buena cantidad de dinero.

El amuleto León GoretzkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora