Cuando lo único que queda es llorar

337 34 2
                                    


Noto que sigue ahí y que no se ha movido. Me armo de valor para encararlo de nuevo, pero siento su presencia justo detrás de mí. Me quedo inmóvil mientras mi espalda es azotada por un sin fin de escalofríos. Se acerca más hasta que apoya su frente en mi nuca. Oleadas de calor sacuden ahora también mi cuerpo. Quiero echar a correr, pero mi cuerpo se niega a moverse. Él suspira contra mi pelo y mi pelo se eriza.

¿Qué me está pasando?

Me giro con brusquedad para librarme de su embrujo y lo miro sorprendida por su atrevimiento. Él aún se mantiene en la misma posición con los ojos cerrados. Luego los abre poco a poco y me mira. Y nos aguantamos la mirada durante minutos sin decir nada.

—Estás muy borracho —susurro llena de nervios.

—Sí, lo estoy. —Se va acercando a mí poco a poco, yo retrocedo hasta que choco contra la pared y ya no puedo seguir haciéndolo. Él me acorrala en pocos segundos mientras lo miro con espanto. Mi corazón va a mil por hora—. Y me alegro de estarlo.

—¿Por...por qué?

—Porque así tendré una justificación mañana de por qué hice lo que voy a hacer ahora.

Baja su mirada a mis labios. Bajo mi cabeza, avergonzada, mientras él se acerca más y más. Las rodillas me fallan cuando él roza levemente sus labios con los míos y me agarra de la cintura rápidamente para que no me caiga. ¿Cómo lo sabe?

A pesar de eso, ninguno de los dos tenemos esta noche muy bien el sentido del equilibrio, así que caemos con un ruido sordo sobre la sedosa alfombra blanca. Media boca suya en media boca mía. Me quedo allí con los ojos como platos. ¿Es que no se piensa quitar? Espera..., él está... No puede ser verdad. Lo empujo para que ruede y se aparte de encima de mí. ¡Está dormido! Exhalo bruscamente mientras intento encontrar oxígeno para respirar.

Esto es muy fuerte.

Hace un minuto estaba..., bueno, prácticamente dispuesto a besarme y ahora duerme como un bebé. Me vuelvo a tumbar en la alfombra a su lado y lo observo dormir. Una sensación de paz me llena. Y poco a poco, cuando mi corazón al fin consigue volver a su latido normal, me quedo dormida mirándolo. ¿Quién es este chico?

****

—Natalie, ¿qué haces ahí tirada?

Abro los ojos un poco porque me molesta la claridad que entra por las ventanas, y veo a mi hermana Violeta que me mira desde arriba, con cara de estar preguntándose qué hago tirada en la alfombra del comedor. Me espabilo rápidamente y echo un vistazo a ambos lados del salón. No está. Él se ha ido.

—¿Te encuentras bien? —vuelve a preguntarme—. Pareces desorientada.

Me paso las manos por la cara y niego efusivamente con la cabeza.

—Estoy bien, me quedé dormida anoche aquí sin darme cuenta. —Sonrío y me pongo de pie—. ¿Cuándo han vuelto?

—Nuestro avión llegó hace unas horas. ¡Traemos un montón de ideas nuevas!

Asiento, entendiendo. Miro el reloj ¡Pero qué tarde es! La boda está a punto de empezar.

—Tengo que ir corriendo al hotel. Violeta, si estás muy cansada, no hace falta que vengas, me encargare de todo. —Echo a correr escaleras arriba y ella me sigue.

—No, estoy bien, dormí un poco en el avión. ¡Vayamos juntas!

Nos movemos con rapidez por el salón de bodas del hotel, llevando a cada invitado a su mesa correspondiente con una gran sonrisa. Supervisamos la ceremonia hasta que acaba y preparamos la fiesta de después en el jardín, coordinando a los camareros y músicos. Una vez que todo está listo, Violeta se despide de mí y yo subo como siempre a relajarme un poco a mí despacho.

El amuleto León GoretzkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora