Rompanle el corazon

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Estoy muy agradecido de tener trabajo y así poder olvidarme de que mañana Natalie se va a casar con ese infeliz. Han pasado ya dos meses desde que los Muller pagaron la fianza y, por lo que he escuchado, ahora todos viven como una gran familia feliz en casa de su prometido. Aprieto tanto el ratón de la computadora que creo que lo voy a romper como una fina galletita, y me concentro en calmarme y acabar de editar las fotos que me quedan de la última sesión que realicé.

Pero, aunque intento pensar en el trabajo, no puedo quitarme la imagen de Natalie vestida de novia casándose con él.

No puedo.

Me levanto como un rayo y voy a la cocina a buscar algo para tranquilizarme y despejar mi mente. Allí encuentro a Max con Denise, que últimamente se han vuelto koalas, y pareja oficial. ¿Quién lo diría? Hasta ha sido constante con sus ejercicios físicos, está haciendo su primera prueba gastronómica, la cocina huele bien pese a mi tristeza lo disfruto, mi amigo ahora es todo un hombre de verdad.

Ambos están agarrados disfrutando de una película de terror, aunque Max está pasando más miedo que ella.

—León! Únete a nosotros, esta película da verdadero miedo —me sugiere mientras se abraza más a ella.

—No, tengo aún mucho trabajo que hacer... Disfrútenla.

Denise entonces parece recordar algo y me mira mientras se libera de los brazos de pulpo de Max.

—Victoria está mal, León —me informa—. Desde que tuvieron esa pelea en su cumpleaños, ella no ha vuelto a ser la misma. Y le importas muchísimo.

Me quedo mirándola a los ojos, pensativo. Sí, no he vuelto a hablar en meses con ella, pero sentía que necesitaba algo de tiempo. Yo nunca podré corresponderle y ella tiene que aceptarlo. Pero también la echo de menos y odio estar así con ella. Quizá ha llegado la hora de ir a verla.

—¿Está en tu casa ahora? —le pregunto.

Ella asiente y me anima a ir a hablar con ella. Les deseo una buena velada y me marcho en mi coche.

Acabo de sacarme el carné y ya puedo conducir como una persona civilizada, aunque Max aun no se atreve a subirse de nuevo conmigo.

Cuando estacionó en la casa de Victoria, no tardo demasiado en verla y la encuentro cuidando el jardín. Pues sí que debe de estar mal..., no me la imagino haciendo tareas domésticas. Camino hacia donde se encuentra y, cuando ella nota mi presencia, sus ojos se abren como platos y suelta las tijeras de podar bruscamente.

Genial no me las clavara

—León ... —susurra fascinada de verme allí.

Sonrío y la saludo. Algo tímida, me invita a sentarme en la mesa de hierro forjado blanco de su jardín y me ofrece algo de beber. Yo niego con la cabeza.

—Victoria, siento haberte hablado con tanta brusquedad aquel día —me disculpo sinceramente y la miro a los ojos. Han perdido algo del brillo que solían tener—. Estaba demasiado nervioso por... todo. No quería hacerte daño.

Ella baja la cabeza y suspira, luego vuelve a mirarme sonriendo con tristeza.

—En realidad no te culpo, León, ni estoy enfadada contigo. Sé que a veces puedo ser bastante insoportable, infantil y egoísta. Estaba acostumbrada a tener todo lo que quería, pero llegaste tú y me bajaste de mi nube. —Suelta una risita.

La miro con cariño.

—No he ido a verte porque quería mantener las distancias. Como bien dijiste, necesitaba alejarme de ti un tiempo para pensar con claridad y asimilar las cosas. Es la primera vez que me parten el corazón, así que, como comprenderás, no lo he llevado demasiado bien. —Sonríe de nuevo, mirándome.

El amuleto León GoretzkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora