Conduzco malhumorada hasta el hotel. Me bajo pegando un portazo. Ese chico no sabe con quién está jugando. ¿Cómo se atreve a tratarme así y a sacarme ese tipo de fotos? Como las ponga a la venta, lo mataré con mis propias manos. Debería estar halagándome y diciéndome lo hermosa que soy, como todos los otros chicos. Sigo refunfuñando hasta que llego a la recepción.—¿Encontraron las camareras un intento de prenda masculina en mi suite? —le pregunto a la chica de recepción. No sé su nombre, ni me interesa saberlo.
—Sí, señorita , un sueter gris lo dejaron allí.
Asiento.
—Bien, iré por el.
Cuando abro la suite, me lo encuentro bien doblado sobre la cama. Me acerco y lo agarro con dos dedos mientras lo levanto. ¡No me digas que he tenido esto puesto! Podría servirle de cama a un perro. Está horrible. Hago una mueca mientras lo saco de la habitación con dos dedos a modo de pinzas y alejándolo de mí. Espero que no me haya manchado el edredón.
La recepcionista muestra una risilla cuando paso por su lado. La miro entrecerrando los ojos.
—¿Te hago mucha gracia? —le pregunto hostil.
Ella borra la sonrisa de la cara y se pone recta.
—Claro que no, señorita.
—Eso espero. Porque si no, puedes ir a reírte plácidamente a tu casa.
Salgo por la gran puerta de cristal sorteando a los turistas que entran. Me subo en el coche y tiro la prenda al asiento del copiloto. Ya se la llevaré.
De todos modos, ¿quién se supone que es él?
Mi télefono suena. Es Violeta. Atiendo con el manos libres.
—Natalie, tienes que venir a la tienda, tenemos un problemilla con las sillas.
Suspiro. Hoy quería descansar, ir a casa, bailar un poco...
—De acuerdo, estaré allí en veinte minutos.
Después de lidiar con el gerente de la tienda por más de una hora, conseguimos nuestros ansiados asietos. Violeta y yo volvemos a casa, y ella me acompaña a la sala de baile, y me observa bailar con una sonrisa.
—Lo haces genial, como siempre —me dice cuando acabo, y me tiende una toalla.
—Tuve una buena maestra. Demasiado moderna para ser monja. Al final se marchó del convento, como todas predecíamos. —Me seco el cuello mientras recuerdo a la madre María.
—Nunca me has contado cómo fue —dice Violeta.
—¿Cómo fue qué?
—Los años que pasaste en el orfanato. Sé que te marcaron.
—Es una época que no me gusta recordar. Esto es lo único bueno que traigo conmigo de ese tiempo: bailar. Y bueno, él —digo con un hilo de voz.
—¿Él? —pregunta curiosa con una sonrisilla mientras cruza las piernas y me mira como una niña pequeña a la espera de su cuento favorito.
Miro hacia el frente y suspiro.
—Tenía horribles pesadillas. El incendio, la muerte de mis padres, todo reaparecía en cuanto cerraba los ojos. —Trago saliva y continúo—: Asustaba a los niños con mis gritos, así que las monjas solían castigarme encerrándome en la habitación del ático.
La miro a los ojos con una sonrisa triste.
—No sabes el miedo que pasaba cuando estaba allí. Una niña de diez años, sola, en medio de ese gran cuarto que parecía albergar todo tipo de cosas malignas. Lloraba y me abrazaba a ese pollo de peluche que me regalaron mis padres antes de morir.
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El amuleto León Goretzka
FanficNovela corta Dos niños, un amor Dos niños, un amor, una promesa Dos niños, destinos opuestos, una promesa rota Un chico, una chica, una boda y mil gatos Una promesa, un amuleto, un sueño cumplido