adolescencia

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Todo era cada vez más mierda.

Hay un tema con las fases, siempre terminan porque son solo eso, fases. Pero esto no lo era, tenía ya 13 años e iniciaba la secundaria, iniciaba la que sería la peor etapa de mi vida, yo esperaba fiestas, diversión, amigos, ser yo mismo y decir de una vez cómo me sentía, pero el maldito problema era que aún no sabía qué mierda me estaba pasando.

Decían en las clases; el periodo menstrual, la pubertad femenina, el primer novio, la reproducción, y todos los temas de biología binarista que me valían tres hectáreas de caca porque no me sentía identificado en lo más mínimo, sabía que no tenía pene pero eso no me hacía dejar de sentirme como un chico y cada vez más lo estaba procesando; toda mi infancia, todas las emociones, las actitudes, se debían a algo de lo que no tenía un nombre porque nadie me había hablado sobre ello, me sentía anormal, una bestia, un fenómeno que pasa desapercibido, recibía críticas por mi aspecto descuidado, y es que si ni si quiera podía mirarme al espejo cómo podría cuidarme, la disforia incrementaba con la pubertad, empezaban a decirme "señorita" "serás una mujer" "mírate" y eso me hacía aún más mierda. Y como todas las cagadas que he cometido, decidí hacerle caso al mundo e intentar ser lo que ellos querían que fuera, por más que me costase y me partiera el alma, porque eso fue lo que hizo, me destrozó completamente.

Recuerdo que lo intenté con todas mis fuerzas, ser "la mujer que mis padres querían que fuese" pero como siempre, fallé; intenté con maquillaje, meterme en el papel de una, copiar actitudes, fingir que era una chica común, ponerme un vestido, ir a una fiesta, y días después de no aguantarlo y darme cuenta de que no encajaba en lo absoluto debido a la lucha constante con mi mente me intenté quitar la vida por primera vez.

En mi cabeza era insuficiente, todo lo que hacía era limitado y siempre había sido así, mis padres y los demás veían una persona que no era yo, que aparentaba estar conforme consigo y ser feliz pero que escondía basura y dolor en su alma, me dolía despertarme cada mañana, ya ni si quiera comía o me daban ganas de hacer algo, mis notas bajaron en declive, citaron a mis padres demasiadas veces como para recordarlo, llegaba tarde al colegio, me sentía un imbécil al pasar por los pasillos y no tener un maldito amigo porque todos se mofaban de mí y murmuraban entre ellos sobre lo idiota e inútil que era, que con ese aspecto daba pena y asco, sentía su rechazo y cada vez era peor, llegaba a mi casa y encontraba a mi madre llorando porque mi padre le había dicho perra y habían forcejeado como siempre. Y yo ya estaba tan harto, joder, estaba tan harto que no podía sostener mi propia respiración.

Era como cuando te desmayas aunque nunca me haya desmayado; solo te dejas caer y nunca acaba porque no sabes cuándo despertarás, me estaba ahogando, mi dolor me ahogaba, mi garganta se apretaba y mis nudillos se presionaban hasta hacerme daño. Recuerdo todas las veces en las que me armé de valor y le grité a mi padre que dejara en paz a mamá, sin embargo empeoraba la situación y me trataba como la basura que era, porque para ese entonces ya me sentía la peor basura de la humanidad.

Me encerré en mi habitación y conté cada punto malo de mi vida, nada estaba bien, cada día era peor que el anterior y necesitaba sacarlo, nadie estaba para mí y todo lo que había hecho era en vano, la disforia con mi género crecía y mi autoestima se estaba yendo al carajo, necesitaba desahogar, desquitarme, deshacerme de mí, y un día después de volver del colegio, agotado y hecho mierda tomé una cuchilla y me corté, ni si quiera sé como no dolió tanto como esperaba, me cortaba sin parar, una y otra vez hasta que la ducha se llenase de sangre y fue cuando exploté, me dejé caer y lloré, porque cuando no dices palabras y te las guardas demasiado tiempo, tu única salida es autodestruirte a ti mismo o al menos eso creía.

Salía del baño, me lavaba los brazos, me colocaba una casaca y me recostaba en mi cama como si estuviese leyendo un libro, por un lado me sentía algo aliviado pero por otro iniciaba lo que sería la peor etapa de mi vida.

Era así todos los días, cada día con más frecuencia, me hacía cortes en las muñecas que con el tiempo ya no dolían, ya no lloraba, me volví insensible, y en mi mente solo estaba la idea de morir.

Nunca sabes qué tan mal estás hasta que te das cuenta de que tu única motivación en la vida es saber que al final vas a morir.

Recuerdo ir al colegio y esconder mis cortes con las mangas, llevar ropa negra porque representaba mis sentimientos, todo era negro, oscuro, me había vuelto más frío de lo que ya era, ni si quiera me molestaba en saludar a las personas, y ni mis padres me preguntaban cómo estaba, mi padre trabajaba y mi madre seguía siendo humillada todos los días pese a que intentaba ayudarla, mi disforia incrementaba y solo caminaba esperando que la muerte me llegase porque no tenía los huevos para acabar conmigo yo solo, sí, toménselo literal.

Me volví más adicto a encerrarme en el ordenador, jugaba videojuegos hasta tarde y tenía una red social en la que podía ser yo libremente aunque el resto no supiese mi forma física, había elegido el nombre Matías porque era el nombre en español del vocalista de una de las bandas que más había influenciado en mi vida, Muse; solo allí en esas redes podía ser quien siempre fui y aunque doliese saber que en mi realidad no, era mi pequeño escondite. 

Iba al colegio con menos ganas, y me volví adicto al metal, un género musical que descargaba toda la ira, tristeza, y millones de emociones que sentía en ese momento, la música me entendía y era otra de las maneras que tenía de desahogarme.

El aire me pesaba, las risas exageradas eran falsas, y mi expresión y mis ojeras eran ya características mías, estaba bajo el peso promedio de un adolescente normal, y ya ni si quiera me importaba, respiraba por respirar, vivía por vivir, no tenía metas ni sueños, y las chicas que me habían gustado antes, nunca me atreví a hablarles, por el jodido miedo de arruinarlo todo. Era vacío, me sentía indiferente a mi propio dolor, ya ni si quiera quería luchar, no tenía fuerzas, no tenía ganas, solo quería morirme y tenía planeado hacerlo hasta que pasó.

Una esperanza en mi vida sucedió.

atrapado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora