atrapado.

para ti, princesa de risa sarcástica

Carta IV

Aprendimos y crecimos, ha sido como una eternidad tenerte conmigo desde el primer momento en el que hablamos, estaba sentado en el piso de una bañara y me dolían las muñecas aún con sangre seca en ellas, y reí entre lágrimas, y mi corazón volvió a emitir latidos cada vez más fuertes, y todo empezó así, desde el desastre hasta la maravilla.

Sé cuántas heridas tenías en tu costado y todos los nudos en la garganta que te has tragado, sé de todas las veces que has deseado morir y los secretos que no te has atrevido a decir, sé los instantes en los que me quisiste odiar y no pudiste porque la daga sin filo ya se había asentado en tu aorta.

Sé lo feliz que te sentías y cómo se te inflaba el pecho cuando hablábamos hasta tarde sobre cómo mierda habíamos llegado a tanto y pasado por cosas que normalmente viven los adultos, no adolescentes de 15 y 16 años que aún están aprendiendo a comprar en el supermercado sin perderse.

Te amé con las alas de un pájaro herido en alguna guerra biológica, te amé con las ganas de una crisálida de salir de su envoltura de tela natural para convertirse en una alevilla de siete centímetros, te amé con las fuerzas del tornado Terra, te amé con el peso de Mjolnir, el martillo de Thor, te amé y fue una bendición, un aprendizaje, un misterio y un sentimiento que conocimos por primera vez.

Porque nunca te importó cómo me vea, cómo sea, cómo haya sido en el pasado, tú veías la belleza en mí, veías la persona que era y la persona que soy, porque a ti siempre te parecí perfecto aún cuando yo me consideraba el trozo más asqueroso de la humanidad, porque fuimos vida, la vida que intentamos acabar, y que terminamos por amar.

Fuimos arte y defectos, fuimos poesía y escritos rotos, fuimos amor, fuimos misterios y fuimos vida, fuimos todo aquello que existe y que pocos logran comprender. No solo dos adolescentes que se enamoraron a través de una pantalla, a  4.719,89 km de cada uno.