reconstrucción.

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Paracetamol -Declan McKenna


Una enorme bola de demolición destrozó las paredes de mi alma.

Todas las palabras, las murmuraciones, los golpes, los sollozos, los gritos, las heridas, se quedaron en aquella pared rota, junto con todas mis esperanzas.

Y en medio, como en Spiderman Homecoming, estaba yo, aguantando el peso sobre mi espalda, sin nadie que me escuchara, sin nadie que me salvara, solo yo, sin barreras y destrozado.

Pero me levanté, empujé con todas mis fuerzas, cayeron piedras, la vista se me nubló, tragué demasiada mierda, pero seguí, hasta el final, me dolió, pero aguanté hasta la última gota de sudor que cayó sobre mis brazos.

Y entonces.

Ya no había peso en mis espaldas.

Me dolía todo el cuerpo y me dolía el corazón.

Pero era completamente libre. 


Avancé en un desértico mundo en el que las personas evadían las paredes demolidas, me sacudí el polvo de las manos e inhalé como nunca antes lo había hecho. Estaba vivo, sentía los rayos del sol quemarme en los antebrazos, y era esa clase de dolor que gusta porque te hace sentir tan vivo que agradeces al cielo que te permita ver sus nubes y oler la fresca fragancia de los árboles verdes. 

Corrí sin prisa, corrí porque nada me detuvo a hacerlo, corrí porque no tenía peso, corrí no porque huyera, corrí sin caminos marcados, corrí descubriendo, corrí improvisando, corrí sin barreras, corrí con libertad, corrí sintiendo la brisa del aire en mis mejillas, y sonreí, con el cuerpo lleno de heridas, y la mente a punto de explotar, corrí y sigo corriendo, lo sigo haciendo en cada paso que doy, en cada decisión que tomo, en cada parpadeo que le doy a los amaneceres y a las tardes con lluvia, en cada lágrima que derramo, en cada carcajada, en cada respiración.

Sigo corriendo, sin prisas.

Corro porque soy libre y nunca me había sentido tan jodidamente feliz.

Alguna vez dentro de estas páginas húmedas dije que la felicidad era por grados y que nunca sería completa.

Lo malditamente equivocado que estaba.

Siempre he sido tan feliz.

Siempre hemos sido tan felices.

Pero nuestro dolor, nuestra tristeza, nuestras desilusiones, nuestro pesimismo, nuestras paredes demolidas, la opacaron, opacaron nuestra felicidad, opacaron un corazón rojo que se volvió azul.

Pero de todas las pinturas, este terminó siendo completamente transparente.

Siempre hemos sido tan felices.

Y sí, soy feliz, y aunque me llene de capas invisibles que intenten traerme abajo, seguiré levantándome, con más ganas.


Como en una reconstrucción, una constante reconstrucción.

atrapado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora