Por más que insistí tuve que ir al hospital igual. Me tocaba un chequeo semanal y no podía decir que no.
No quería más hospitales, no quería más quimioterapias aunque ya las había dejado y no quería ver a alguien que con indiferencia había encontrado el punto exacto para hacerme sufrir.
Al menos me llamaron rápido. Mamá como de costumbre se quedaba afuera esperando.
Fueron los típicos aburridos chequeos. Adivinen quién tiene dos grados más de cáncer por no asistir a quimioterapia. Exacto, yo.
Juro que en todo el tiempo que he estado aquí en exámenes y terapias ésta ha sido la primera vez que no me ha dolido saber que estoy más cerca de la muerte.
-¿Por qué sonríes? -preguntó el doctor anotando algo en su computador.
-Supongo que llegué a la parte del proceso en dónde ya asumí mi destino -sonreí- ¿Qué importa todo el gastadero de dinero en un tratamiento que solo te dará unas horas más de oxígeno? Todos morirán algún día y yo lo haré antes. Ya no me importa si el cáncer se mantiene o aumenta, ya asumí mi muerte.
El doctor había quedado anonadado con mi visión del mundo.
-suenas tan amargado como yo -se escuchó la voz de una tercera persona que se había hecho presente en el cuarto.
Di vuelta mi cabeza, no se encontraba nadie más y nadie menos que él.
-Hola, Jimin -dijo mostrándose sus dientes en una pequeña sonrisa.
Mi pulso comenzó a acelerarse y las ganas incontenibles de salir del cuarto se hacían latentes. Un minuto más aquí con él me harían explotar en llanto y rabia.
-Joven Jeon, ¿Ocurre algo? -preguntó el doctor- ¿Qué lo trae por aquí?
-Él -me señaló- él me trae por aquí.
Tragué saliva aguantando la angustia que aumentaba por segundo.
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Creo que eso es todo por hoy