Capítulo 21

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Antes de llamar a la puerta Sebastián aliso su camisa, dio dos leves golpes con su mano derecha y esperó impaciente, respiró con suavidad, había tenido tiempo para pensar en muchas cosas pues era un hecho que la mamá de Emilie no quería saber sobr...

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Antes de llamar a la puerta Sebastián aliso su camisa, dio dos leves golpes con su mano derecha y esperó impaciente, respiró con suavidad, había tenido tiempo para pensar en muchas cosas pues era un hecho que la mamá de Emilie no quería saber sobre las calificaciones de su hija, ahora la relación había dejado de ser profesor-alumna.

Cuando la puerta se abrió se encontró con esa mirada cálida, Emilie en persona lo recibía con un beso en las comisuras y una sonrisa letal a su alma, se fijó de inmediato en aquel labial que usaba, era de un tono vino intenso que les daba volumen a sus ya encantadores labios. Ese par de mejillas con un leve rubor que invocaban sus manos para tocarlas. Sin perder más tiempo se acercó y llevó sus labios a los suyos, aquel beso fue delicado, tan puro y tierno, ni mil besos podría compensar todo ese tiempo que Emilie había estado enamorada en silencio.

─Besas bien, profesor.

─Te ves preciosa, Emilie ─vestía muy casual con esa blusa azul y ese jean claro.

─Tu no estas nada mal, nunca de hecho, me gusta tu camisa ¿no es demasiado formal?

─Bueno, vengo a visitar a mi novia y de paso a hablar con su mamá ─dijo en tono bromista aliviando los nervios.

─Tranquilo, todo estará bien.

─Emilie ─la miró fijamente a los ojos.

─¿Sí?

─Voy a compensarte todo el tiempo. Todo.

─Gracias ¿puedo preguntar algo?

─Tu dirás.

─Puedo llamarte ¿mi amor? ─las emociones de Sebastián comenzaron a revolotear alrededor de él. Por supuesto que podía llamarlo así

─Solo si me permites llamarte "nena"

─Me gusta. Soy tu nena.

─Eres mi, nena.

Sebastián esperaba en la sala y mientras lo hacía miraba las fotografías que colgaban de aquellas paredes de color turquesa, había una Emilie recién nacida, y otra donde estaba un poco más grande donde se apreciaba una sonrisa muy pequeña.

─¿Qué tanto miras?

─Es que eras una bebe muy linda.

─Pero-pero ya no soy una bebe.

─Igual sigues linda ─le guiñó un ojo y pudo apreciar el rubor natural de sus mejillas.

─Esa foto de allí, mire, es mi mamá de joven, es una gran mujer.

─Me adulas mucho, hija ─escuchó una voz llena de gentileza como la de Emilie.

Sebastián se giró para encontrarse con aquella mujer, su semblante era muy tranquilo, sus ojos al igual que su tez eran iguales a los de Emilie.

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