Capítulo 29

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Entraron juntos al supermercado como una pareja más en ese establecimiento, Emilie no dejaba de mirarlo, la noche anterior se la había pasado de maravilla en el cine, estar en la sala con las luces apagadas le hizo recordar aquel día en que por pr...

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Entraron juntos al supermercado como una pareja más en ese establecimiento, Emilie no dejaba de mirarlo, la noche anterior se la había pasado de maravilla en el cine, estar en la sala con las luces apagadas le hizo recordar aquel día en que por primera vez le dio un beso, aquel día en el que su corazón se encendió por una especie de llama que la llenaba de un profundo sentimiento. Ese día estarían juntos, Emilie caminaba con una mochila bajo el brazo mientras Sebastián preguntaba que era mejor Doritos Nachos o Ruffles con queso, ella solo dijo que ambas pero que de desayuno estaría perfecto unos hot cakes. En cada pasillo ponían algo en su carrito, había botanas, pero también leche, huevos, Nutella, harina, Coca Cola e incluso verduras para el almuerzo.

Por sus adentros Emilie estaba más que contenta, se encontraba en una especie de sueño placentero donde se visualizaba vivir muchos momentos a su lado, no solo ir de compras o preparar la comida ¿Por qué no? Despertar a su lado y compartir la regadera. Respiro profundamente mientras sentía una especie de contracción en el estómago, no era una sensación mala, era lo contrario.

Al cabo de unos minutos pagaron en la caja y ella no perdía de vista a aquella chica, a cajera era muy guapa y se había percatado de que no dejaba de mirar a su profesor a los ojos, tal vez creía que ella era su hermanita, los celos no se hicieron de rogar, pero estaba tranquila porque Sebastián tenia ojos solo para ella. Salieron tomados de la mano compartiendo las bolsas de las compras, su voz al hablar era preciosa, él era mucho más que guapo. Estaba ansiosa por llegar a su departamento, estar de nuevo allí entre el silencio que era fracturado por la sonoridad de sus bocas al tomarse.

─Luces muy guapa como siempre ─lo escuchó decir. Se levantó muy temprano pensando en que ponerse, le dio tantas vueltas que al final se le había hecho tarde, así que al final eligió una playera blanca con mangas cortas y se vistió con un overol de mezclilla que terminaba en short no era muy corto, pero tampoco largo incluso ella misma sentía que no lo llenaba. Después de ponerse sus Converse blancos y meter algunas cosas en su mochila salió a toda prisa.

─Gracias, la verdad me puse esta ropa en el último momento, no sabía que usar.

─Pues ya lo sabes, te ves increíble.

─Pero mira mis piernitas esta flaquitas, no lleno el short del overol.

─No pienses en esas cosas, ya lo hablamos, eres muy atractiva, Emilie, no se mucho sobre ropa de mujer, pero te estoy viendo y digo que todo te queda perfecto a ti. La ropa no te luce, tu haces lucir esa ropa.

Directo a la yugular, esa labia tenía un efecto inmediato, sentía que la cara le quemaba, entonces si la notaba, tenía toda su atención para ella nada más. Se colgó de su brazo, mientras su corazón latía de prisa por felicidad y por orgullo, pero sobre todo por ese amor que tenía para él. Cuando llegaron al edificio subieron los escalones hasta su departamento, en cuanto la puerta se abrió de nuevo se tomó la libertad de entrar sin permiso, dejó una de las bolsas sobre la isla de la cocina y esperó a que Sebastián hiciera lo mismo para después saltar hacia su boca, la enorme sed que brotaba solo él podía saciarla, aquel beso era interminable pues ninguno de los dos daba tregua para respirar, sus bocas eran tan sonoras y exigentes, Emilie dejó caer su mochila al suelo no quería que nada le estorbara, Sebastián la pego contra la pared algo muy nuevo, todo esa sensación, toda esa carga se sentía demasiado bien, era como si de pronto una lluvia descendiera por todo su ser relajando su cuerpo a medida que el beso se expandía. Sin soltarse de su boca Emilie acariciaba sus mejillas y después, en un gesto no pensado, llevó sus manos hacia su espalda dónde comenzó a acariciarlo muy lentamente.

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