16. Cuñada

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El momento de intimidad entre Mark y yo, anuncia con terminar. Aunque nuestra cercanía siempre logra que nos olvidemos de todo a nuestro al rededor, hoy es diferente. Me siento nerviosa de que alguien pueda ingresar al estacionamiento y vernos. Mark parece descifrar mis miedos, por lo que se aleja.

Enseguida mi cuerpo se desmaneja, protestando por el abandono de su boca en la mía.

—Salgamos de aquí —menciona, mientras lleva su mano a mi hombro, animándome a seguir el camino hacia su coche.

Mi piel lastimada me da paso para que exhale una queja. Él me inspecciona buscando la explicación a mi protesta.

—¿Qué sucede?

—Nada —aseguro siguiendo la dirección de su mirada. La piel de mi bíceps está enrojecida, luciendo terriblemente mal, peor de lo que se siente.

— ¡Voy a matarlo! —espeta.

Empiezo a reunir las palabras necesarias que me permitan calmar su enojo, sin embargo,  en ese mismo instante se oyen pasos y una voz brusca mencionando nuestros nombres.

—Profesor Harvet, ¿Qué hace en el estacionamiento con la señorita Lombardo?

El señor Ildet pregunta, situándose frente a nosotros. Su ceño se acentúa con más confusión al ver la mano de Mark en mi brazo.

¡Lo que faltaba!

—Ildet —Mark gruñe su nombre, enojado, temo por lo que vaya a decir. Puedo ver que su paciencia se ha agotado.

—Señor Ildet... El profesor me estaba preguntando si estaba bien —intervengo, el director arquea una ceja, totalmente incrédulo.

— ¿Qué le ha pasado a su brazo? —Interroga, enseguida  lamento haber despertado su curiosidad despertara.

— José Argent —responde Mark severo. Pero el reflejo adusto de sus facciones son aún mucho más graves y duras.

— ¿Cómo es posible que él haya hecho eso?

— Lo ha hecho y merece —con discreción mis dedos rozan su brazo una milésima de segundos rogando su calma, rápidamente me alejo y puedo oírlo suspirar—... Un castigo.

— No es tan grave —dice el director y Mark lo asesina con la mirada. ¡Maldición! En algún momento él perderá el control y no lo culpo.

—Es violencia —contradigo al imbécil que justifica a José.

— Solicito que anulen el cupo al señor Argent —sin rodeos, Mark demanda. El señor Ildet y yo lo miramos con asombro—. No pienso aceptarlo  en mi clase. 

— No lo tome a personal profesor Harvet —inquiere el director.

La sagacidad en el ambiente se evapora. Cada respuesta de Ildet suena aún más repugnante.

—¿Qué no me lo tome a personal? —Grita Mark. Sus ojos verdes emiten ráfagas de furia insana, como si estuviesen revolviéndose en una pavorosa tormenta— ¡Al diablo con lo personal, Ildet! ¿No lo entiendes? Nadie pone sus sucias manos encima a mi...

La respiración se me detiene.

—Profesor Harvet —susurro. Logrando interrumpir su segura confesión.

—A mi cuñada —entre dientes, mi novio termina su frase—. Nadie hace daño a alguien de mi familia.

Sentencia malhumorado.

—Mark. Discutamos esto en privado —insiste el director en su intento de excluirme de la situación—. No es necesario anular el cupo a estas alturas del semestre.

¿En clases no? - BORRADOR 2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora